Mariana era una mujer mayor que había pasado la mayor parte de su vida dedicada a su familia, a sus vecinos y amigos, menos a ella misma.Era feliz con ello y no necesitaba nada más.
Había enviudado hacia unos años. Echaba de menos a su compañero en la vida perdiendo por momentos las ganas de vivir.
Sus vecinos, familia y amigos se habían volcado en ella, pues la querían muchísimo.
Siempre había estado para ellos.
En cualquier necesidad, problema, dificultad. Ahí estaba ella.
Tanto era así que en más de una ocasión, no le comentaban nada de lo que les pudiera suceder para que no se preocupara.
Irradiaba a pesar de ello alegría y amor para todos.
No se cansaban de decirle que dedicara tiempo para ella. Pero ella era feliz así estando siempre con alguien que necesitara ayuda.
Un día Mariana enfermo. Los vecinos, amigos y familiares no se percataron de ello hasta que se dieron cuenta de su ausencia permanente de un par de días, entonces se dirigieron a su casa para ver que es lo que pasaba.
Mariana estaba en cama. Tenía tanto dolor que no podía ni hablar.
Su mirada lo decía todo.
Su familia llamo enseguida al médico del pueblo, el cual llamo a una ambulancia.
En un cuarto de hora se puso en la puerta de la casa de Mariana.
Con mucho cuidado la subieron a la camilla.
Dolorida les pidió un favor a sus vecinos.
Cuidar de mis plantas y de mi perro les dijo con voz muy tenue.
Cuidaros mucho entre todos y así seréis felices prosiguió.
Os llevo en mi corazón.
Los vecinos al oír esto, se les llenaron los ojos de lágrimas con una última mirada a los ojos de Mariana con un abrazo muy emotivo, sujetando las manos de ella como en un desespero de no querer dejarla ir.
En sus corazones se hizo notar una palpitación pues la escena sonaba a despedida.
Los ojos tristes de Mariana, semicerrados, se despidieron de los que habían estado parte de su vida con ella.
El médico y los enfermeros apartaron a los vecinos,
Debemos de irnos, disculpen.
Cogiendo con fuerza la camilla e adentrando-la a la ambulancia se marcharon a gran velocidad.
Los vecinos cumplieron la petición de Mariana. Cuidaron con esmero sus plantas y su perro.
Se unieron para hacer lo que ella les había solicitado.
Se iban turnando para ir a verla a la clínica para poder cumplir todos con sus que aceres y a la vez poder verla.
A los pocos días se les confirmo que Mariana tenía un cáncer terminal.
Mariana se iba.
La tristeza en el barrio se hacia notar. Notaban la ausencia de Mariana. La luz y la alegría que ella
trasmitía nadie la podía cubrir.
Las plantas de Mariana crecían más que nunca. Su perro había caído en la tristeza pues notaba la falta de su dueña.
A los pocos días haciendo un mes desde la partida de Mariana, se les notifico su muerte.
Mariana había muerto en compañía de sus familiares, de algunos vecinos y amigos.
Se fue tranquila y sosegada pues estaba acompañada por parte de los que ella había acompañado en vida.
Hicieron la preparación de su entierro en el pueblo que tanto tiempo había estado dedicada a toda la comunidad y que tanto la querían.
Añoraban mucho su ausencia quedando en este un vació enorme.
La mañana del entierro, los vecinos vieron que en el jardín de Mariana había brotado unas preciosas flores, despidiendo un singular olor sumamente agradable que inundaba todo el alrededor. Llenandoles de armonía y de una asombrosa paz.
Enseguida se dieron cuenta que Mariana les había dejado un recuerdo y un regalo de por vida, la belleza de sus flores y el aroma tan embriagador que les llenaba los sentidos.
Recogieron las más grandes haciendo un hermoso ramo.
El aroma que desprendían llamaban la atención por el camino hacia el cementerio.
Con su ataúd le incorporaron las hermosas flores recogidas de su hogar.
Los vecinos se despidieron de ella de la manera más amorosa nunca vista.
El aroma de las flores recordaban a Mariana.
Es como si estuviera en presencia con todos ellos.
Al año siguiente de su muerte, los vecinos observaron con gran sorpresa, que por todo el alrededor del pueblo habían crecido las flores de Mariana.
Las semillas de estas se habían esparcido con el viento, creciendo en los caminos y jardines del pueblo. Impregnando el ambiente con su aroma y belleza.
El perro de Mariana había recobrado la alegría. Cuidaba el jardín de su dueña con gran cuidado, retiraba las plantas silvestres con su boca a la vez que espantaba los animales que se acercaban a ellas, evitando que las pudiera estropear. Incluso las de los alrededores las protegía con esmero.
En cada primavera-verano Marina se hacia presente de una manera especial con el aroma de sus plantas, reportando a sus vecinos algo que ella siempre les había aportado en vida.
Su compañía y el bienestar que está les ofreció con tanto cariño.
Reflejado ahora en el aroma intenso de sus plantas y la belleza que estás aportaban alrededor, recordando siempre a Mariana.
LA MUJER DE UN BELLO CORAZÓN.
LUNA SERENA.
NARRACIÓN CORTA INCLUIDA EN EL LIBRO "CUENTOS CON MENSAJE". de Montse Cobas.
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