Ernesto, era un joven, no tan joven, pero sí joven, de unos 44 años. Lo dicho joven, que acababa de venir de uno de sus viajes más deseados. Estaba cansado. Había ido al Tibet con un par de compañeros. Todavía tenía la sensacion que le había dejado dicho viaje. Allí había visto otra manera de vivir, de pensar y con unas actitudes muy diferentes a las de Europa. Logrando una armonía en su cuerpo nunca sentida, pero que añoraba. Le inquietaba despertar de la vivencia del viaje. Estaba tranquilo con la mente en las montañas, de las gentes de aquel país, con un sentimiento de querer volver. Llego a la puerta de su casa con desanimo de entrar, de volver a la realidad, al estrés, las incomodidades de la vida diaria... Entro despacio, dirigiéndose a su habitación. Dejo las maletas en la entrada y se abalanzo directamente a la cama, sobreviniendo-le el aura del sueño en su persona. Los ojos se cerraron relajados, la oscuridad sobrevino en su mente y el no escuchar, no sentir... Estuvo varias
Entra en un mundo real. La otra realidad.