A veces,
elegimos el camino más difícil, y es qué,
tampoco se nos pone fácil, ni está fácil,
y nadie, nadie se da cuenta de que esto es así,
sólo se vive la propia experiencia, y así nos determinamos,
y la fé,
de encontrar lo que anhelamos, en ese mismo trayecto,
escogido, esperando que haya alguien más que así lo determinase,
siguiendo, el nuestro propio, juntos, y así, entendernos.
Es un asunto de dos, pero el Universo manda, algo más manda,
nuestro Espíritu, el Gran Espíritu...
y en esa elección vamos encontrando y aprendiendo,
de cómo, es, y están las ubicaciones.
La dificultad, determina la maestría, y es esto algo más superior,
con directrices determinadas para un fin.
Cuántas personas quedan atrás, y cuántas no me acompañan,
aún pareciere que así lo hiciesen.
No he llegado a lo que he llegado y llegare, tan fácilmente,
está claro que hay algo más que no acierto a ver, ahí, esperando.
Sin embargo, he elegido la dificultad, pero he ganado mi libertad,
una gran libertad. Indefinible, más allá... del Universo.
Qué pocos, acceden.
Y no he llegado con estudios, ni lecturas, sino por ser, accionar, superar, recuperar, y seguir.
Quizás...
trayendo, mucho de mucho atrás.
Así es, y así seguiremos, al encuentro de lo que está escrito, cambiando lo que se pueda cambiar,
y arreglando lo que podamos, haciendo un nuevo mundo, un nuevo escrito en el libro de la vida, qué, es, dónde se ubica la verdad, la gran verdad.
Tergiversada desde hace siglos, y quizás milenios.
Un común acuerdo.
Y en un momento interno, me despierto, sóla, pero acompañada.
Intentando, erradicando, esa parte de soledad, en la que me encuentro interiorizada, con mi yo interno.
por Montserrat Cobas.
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