Es curioso, e incluso, enigmático, como las secuencias de la vida, de cada una de las nuestras, nos van presentando, situaciones, efectos, sentimientos, que pensábamos que estaban superados, olvidados, fortalecidos, evitados, e incluso imposibles, para recordarnos, qué, aún nos queda bastante por fortificar, aprender, y ejercer, para ser mejores seres, más evolucionados, qué de eso se trata, y qué aún así cada una de dichas consecuencias nos recuerdan que somos seres sentimentales, aprendiendo en el sentimiento que nos concierne, y por ello un cierto grado de debilidad, ante las dificultades, controversias, difíciles, para mencionarnos que debemos de estar en esa escala de la más ferviente humildad, pues todos cuando nos creemos algo superiores o fortalecidos, creyendo que ciertas circunstancias o sucesos, no nos van a suceder, caemos del trono, para decirnos que no es así, qué hay mucho que hacer todavía, en el día a día, en el viento a viento vivido, en la eterna eternidad, siempre hay mucho que hacer para dicho objetivo evolutivo. Por qué; todo es posible. Siempre quedan resquicios que pulir, y la vida, las secuencias de la vida, se encarga de ello.
Obremos bien, y así solo tendremos que pulir, en el fortalecimiento de los sentimientos, nobles, admitiendo, que de ellos provienen, lo que nos pueda acontecer. La lealtad, la humildad, y el bienestar que ello procrea, aún asomen sentimientos de pena, inestabilidad, derivados de amar.
El amor que somos, el amor que ejerce dicho sentimiento, sabiendo que es loable, y es la unión, con el todo, desapareciendo en ello lo que nos aturde, casi instantáneamente, contrarrestando lo, pues en ello fluimos, y prevalece.
El Amor que hay en Ti, y en Mi, en el Todo circundante, cuándo así fluyes. Amor puro, Esencia de Amor, Esencia de Dios.
Para entenderlo, hay que sentirlo. Hay que vivirlo.
Por Montserrat Cobas.
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