Y cuándo ves plasmado el tiempo, en tu rostro,
sin alevosía, sin intención de verlo, de sentirlo,
y observas que en cada rasgo, esta tu vida,
lo pasado, lo ocurrido, el momento; en silencio,
y entonces, te das cuenta,
que todo queda sellado, en él, y en todo,
que el cuerpo, es sólo un cuerpo, que nos fijamos en su belleza,
y cuándo está se ve plasmada en los sucesos de tu existencia,
entonces, es cuando, más, te das cuenta,
de que lo que resalta es nuestra esencia, esa,
que esta emergida en él,
y, qué, en sus ansias de libertad, libera al cuerpo,
y, ya no tiene importancia, nada, sólo ver, los resultados,
que explican, cómo has vivido, y, para qué has vivido,
una superviviente, en medio de un caos, suplicio escondido,
ansiando libertad, ansiando descanso, descanso, inexistente,
la vida, no entiende de eso, sólo nosotros,
cuándo así nos afianzamos en él, necesario,
sin embargo, no es lo más importante, sino, la paz del alma,
saber lo que quieres, tenerlo, ser, y estar, vida misma, en amor,
en, completo amor, valorable, para quienes así, lo han demostrado,
y, entonces, te das cuenta, de cuánto nos hemos perdido, de cuánta vorágine,
sin motivo, sin embargo, estuvo, sin encontrar, motivos, sólo existencia,
y, te, das cuenta, de qué, todo lo es...
Existe. Existencia. Y ello se plasma en Uno.
Sin saberlo, hasta cuándo llegas a una edad, y lo observas.
Ya, sin encontrar motivos, sólo, sucesos, y, ahí, están. Plasma-bles.
Formas, de vida.
Aspirando al cambio, cambiar, ante la experiencia, y sabes lo qué quieres, y cómo.
Difícil, ¿no?.
Ante, una vida.
Por Montserrat Cobas.
Y entonces le das importancia, a lo que verdaderamente la tiene, por lo menos para uno.
Cambiante.
Un Ángel, inequívoco, que vuela y siente, observa, y vela.
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