A veces, en nuestros ratos de soledad engañosa,
porque no existe,
son ratos para estar con nosotros mismos,
con nuestros pensamientos,
con nuestra calidez,
con nuestro tiempo, haciendo lo que nos agrada,
para observar el entorno,
lo minúsculo y a la vez grande que puede ser todo,
depende del instante,
de cómo te lo tomes.
Para reconocernos, y reconocer nuestro mundo.
Para ver, y entender el Dios en Nosotros y con Nosotros,
Observando claramente las señales inéditas que a veces se nos dan.
Mensajes, señas que nos elevan, que traspasa nuestra ignorancia.
Viendo más allá, o lo que no observábamos por desconocimiento.
Son momentos, etapas, ratos únicos, y necesarios,
para un después nuevo, y regenerado,
con pleno conocimiento, con pleno saber, sintiendo, lo que en verdad queremos.
Consiguiéndolo.
Son tiempos de aprendizaje, todo lo es,
sin embargo es un aprendizaje que no viene en los libros,
sino en nuestra Alma, en nuestro sentir, y en nuestra vivencia,
la vivencia del día a día, añorando a una persona que nos apoye,
no solo mano a mano, sino en el sentimiento mutuo.
Sintiéndonos, amándonos, preparándonos para un nuevo renacer, juntos.
Mientras tanto, vivimos una soledad engañosa, no existente.
Esencias que se unen, desde la inmensidad, se claman, se buscan...
Se hallan.
Totalmente compatibles.
No se dice el tiempo, cuánto, tiempo.
por Montse Cobas.
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