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SIMBOLOGIA Y PERSONALIDAD GALLEGA. Encanto de España.



El noroeste peninsular durante toda su prehistoria y protohistoria acusa una fuerte personalidad, que se acentúa todavía más con la Edad del Bronce, cuando el comercio del oro y el estaño relaciona a G. con otros países, principalmente atlánticos. Una característica permanente es el arcaísmo de sus culturas que persisten incluso en plena romanización. A pesar de los abundantes estudios de prehistoria y arqueología efectuados sobre G., existen verdaderas lagunas, de tal suerte que si se exceptúan la Edad del Bronce en su fenómeno mesolítico y la cultura de los castros de la Edad del Hierro, el resto de las culturas gallegas se conoce con grandes deficiencias.


Paleolítico y Mesolítico.

Los estudios del Paleolítico gallego han sido escasos y dispersos, a pesar de la riqueza de los yacimientos. Hasta el presente se han limitado a los ricos yacimientos de La Guardia, Camposancos y Porriño, y se han considerado las industrias de los dos primeros como exclusivamente asturienses en el concepto antiguo del complejo mesolítico; pero en las últimas investigaciones se sitúan diversamente desde un momento que va desde el achelense antiguo hasta el mesolítico, con la inclusión del camposanquiense, cultura equivalente al languedociense francés y caracterizada por un achelense degenerado.
Además de estos ricos yacimientos de la desembocadura del Miño, indudablemente deben de existir otros complejos desconocidos por falta de investigaciones sistemáticas, principalmente a lo largo de las costas y en los valles del interior.


Es de interés el hallazgo de una pieza paleolítica en Goyán (Pontevedra), todavía inédita, que indicaría un mojón más en el Bajo Miño.
En Covelo (Pontevedra) fueron igualmente halladas tres hachas talladas. Procedentes de Carballino, existen en el Museo Provincial de Orense dos picos asturienses. En la orilla derecha del Miño, por Alameda, aparecen igualmente materiales, de la misma manera que en Los Peares (bifaces de cuarcita, lascas clactonienses y levalloisienses) y en Loureda (clactoniense).


Más abundantes y notables son los descubrimientos paleolíticos en la parte portuguesa del Miño desde Caminha a Melgao, realizados primordialmente por Abel Viana y A. do Pago, de tipo chelense, achelense, musteriense y camposanquiense.
Los hallazgos en la comarca de Tuy se efectuaron en Paxegueiro, Areas, Randufe, Tuy, Rebordans, Ribadelouro, Guillarey y Baldrans.


En resumen, la sucesión cultural paleolítica gallega, según los materiales, presenta abbevillense, achelense (antiguo, medio y superior), musteriense, camposanquiense, ancorense o protoasturiense, y asturiense de facies mesolítica.

En G. se observa un Paleolítico inferior abundante y bien definido y ausencia de Paleolítico superior. Después de esta solución de continuidad aparecen las industrias denominadas asturienses y el camposanquiense. Esta falta de Paleolítico superior de tipo europeo se ha venido explicando por la emigración de las poblaciones durante el apogeo del Würm II, por la ausencia de cuevas en esta región granítica y pizarrosa y, también, porque no han sido todavía localizados los habitats al aire libre, aunque lo más probable es que el camposanquiense y el asturiense fuesen las culturas del Paleolítico superior gallego.

Es también muy probable que las terrazas costeras correspondientes al Paleolítico superior hayan desaparecido bajo el agua.

Pospaleolítico y Bronce.

El supuesto Neolítico y Eneolítico del noroeste peninsular se manifiesta no por poblados ni lugares de habitación, de los cuales no se tienen prácticamente datos, sino por los enterramientos en forma de sepulturas tumulares llamadas mámoas, medorras, antuiñas y arcas, objeto de continuas depredaciones.
Excavaciones más sistemáticas se emprendieron desde 1923, por Obermaier, Bustamante y Parga Pondal, Castillo, Castro López, Pericot, Correa, López Cuevillas y otros, y se han hallado más de 3.000 necrópolis. Los grupos se sitúan preferentemente en lugares yermos, elevados y abiertos.

Generalmente las mámoas contienen antas o dólmenes de varios tipos: poligonales cerrados de pequeño tamaño; poligonales abiertos (los más frecuentes) y dólmenes de tendencia circular con corredor y rectangulares y cuyas modestas dimensiones no pasan de 8 m. (Arco de Barbanza). Existen también mámoas sin anta, como simples túmulos.

Otro tipo de enterramiento del horizonte del Bronce son las sepulturas planas de planta ovalada con vasos campaniformes y otros materiales propios del Bronce 1. Aparte de estos monumentos funerarios existen ejemplos de círculos de piedras correspondientes a fondos de cabaña.

En contadas ocasiones aparecen las antas con pinturas y bragados rupestres, con trazos irregulares (Codesás, Melón, Orense), triángulos (Espiñaredo, La Coruña), signos caliciformes (Dombate, La Coruña), antropomorfos (Axeitos y Monte do Páramo, La Coruña). El material procedente de estos enterramientos es relativamente escaso, y consiste en piezas líticas, como hachas, azuelas, gubias, puntas de flecha, cuchillos, molinos, pulseras, mazas per foradas, etc., y de cerámicas de vasos toscos generalmente globulares con borde exvasado y campaniformes.

Esta cultura de horizonte del Bronce se extiende hasta el Duero y Portugal, falta en las zonas limítrofes de las provincias de León y Zamora y sigue el camino cantábrico por el alto Navia.
La mayor parte del campaniforme gallego apareció en cistas, en mámoas sin anta o en sepulturas planas, acompañado de hachas pulimentadas y de algún puñal de cobre; se presentó este tipo de cerámica degenerado y con aspecto tardío.
En ciertas necrópolis, como Pontes de García Rodríguez y Montes das Cabras, las mámoas entregaron exclusivamente materiales metálicos como puñales y puntas de flecha de cobre e incluso una diadema de oro.

En rasgos generales, se observa una estrecha relación marítima entre el noroeste peninsular y Bretaña e Irlanda, según se desprende de los materiales arqueológicos, formando una unidad cultural, si no étnica. Estas relaciones marítimas se realizaban probablemente en embarcaciones de piel, de las que posteriormente hablan las fuentes clásicas sobre estos pueblos del Norte hispano.

El Bronce final o atlántico es el momento más rico en metales de la prehistoria gallega, principalmente en oro. Con el estaño se comerció con las cultas tierras del sur, que comenzaban a sufrir los efectos de intensas colonizaciones orientales. Probablemente, las cuentas de pasta vítrea de la cultura inglesa de Wessex, egipcias, llegarían a través de G. La principal característica de esta región del noroeste peninsular es el gran desarrollo de la orfebrería, representada, en grandes rasgos, por las lúnulas de Allariz y Cerdilo y por el rico conjunto de Caldas de Reyes (Pontevedra), integrado por tres vasos, varios collares, numerosos brazaletes, un peine, etc., de oro todo ello. Aparte de los torques y arracadas, generalmente posteriores, la riqueza del Bronce final gallego se aprecia por la abundancia de hallazgos de hachas de talón (palstaves). En San Juan de Lagos (Pastorisa, Lugo) se hallaron 120 ejemplares.

Más de la mitad de los hallazgos españoles de palstaves con anillas laterales son gallegos. Incluso han aparecido moldes para fundir estos instrumentos, sin usar muchos de ellos, lo cual indica que G. era un centro productor. La presencia de abundante plomo en ciertos útiles aboga por el uso ritual de estas piezas.
A este momento del Bronce final se han atribuido los llamados petroglifos o insculturas en rocas, de los que existen centenares de ejemplos en toda la región, pero principalmente en sus zonas marítimas, y que han sido estudiados en su mayoría por R. Sobrino. Obermaier distingue la fase correspondiente el Eneolítico y a la plena Edad del Bronce.
Los petroglifos aparecen grabados en las rocas graníticas, horizontalmente, formando grupos de figuras y significando como una continuación de la pintura rupestre esquemática (v. PICTOCRAFÍA).
En la primera fase, según Obermaier, todavía están presentes figuras animales y humanas muy esquematizadas, cruciformes, empezando los signos circulares sencillos y geométricos (Polvorín y Altar en La Coruña y Eira dos Mouros en Pontevedra), y se extienden por el norte de Portugal.
La segunda fase se caracteriza por los motivos circulares, círculos concéntricos con un punto o cruz en medio, llegándose incluso a tipos laberínticos como en Mogor (Pontevedra). Estas insculturas han sido consideradas como planos indicativos de poblados, ríos y caminos o como motivos rituales. A veces se trata de cristianizaciones de otros signos existentes. Su cronología, muy insegura, iría desde un momento del horizonte cultural del Bronce I, ya en el II milenio a. C., hasta su apogeo en el Bronce final (mediados del I milenio) y continuando en plena Edad del Hierro hasta la romanización. Incluso es evidente que muchos signos, en un país tan arcaizante como G., corresponden al Medievo. Para lo referente a la cultura de los castros, v. CASTROS Y CITANIAS.

Romanización.

En el s. II a. C. (v. IV), la romanización se efectuó principalmente a través de las siguientes vías de penetración: los de Asturica Augusta (Astorga), Lucus Augustus (Lugo), Brigantium (La Coruña), con miliarios de Nerón, y el ramal a Padrón que se unía con la vía Lucus-Pontevedra-Tuy-Brácara.

El principal puerto gallego era el de La Coruña, donde existía la llamada Torre de Hércules, el faro mejor conservado de la Antigüedad, citada en el s. IV d. C. por I. Aetluco, y que todavía está en uso. Es de planta rectangular, de 10,8 m. de lado y de 34,72 m. de altura, formada por varios cuerpos de argamasa y sillería de granito. Estaba dedicada a Marte y fue construida en el s. II d. C. por el lusitano C. Servio Luce. Otros faros existían en La Lanzada (Pontevedra) y en la ría de Arosa (Torres del Oeste y Lobeira).

La ciudad mejor conservada es Lugo, con un perímetro de murallas de 2.130 m., con 70 torres cilíndricas, de un espesor medio de seis m., y una altura entre 11 y 14 m.; tienen galerías interiores y dos o tres pisos. Se conservan las puertas del lado oeste de la muralla, que fueron construidas en el s. III d. C. Entre los monumentos romanos gallegos cabe destacar en Santa Eulalia de Bóveda (Lugo) un ninfeo, consistente en una cripta dividida en tres naves por columnas y capiteles compuestos, restos de relieves y pinturas, con un manantial cerca de la fachada in antis con arcos y ventanas. Su construcción parece datar de los s. IV-V d. C.



Tienen interés las termas de Lugo. La escultura y el relieve celto-romano alcanza el Atlántico en un momento tardío, con una pervivencia hasta el Alto Medievo. En el sur de G. aparecen inscripciones latinas. Son importantes los sarcófagos de Villanueva de Lorenzana (Lugo), notable por la singularidad de los estrígiles en forma de 3, con un crismón en el centro de una corona, del s.V d. C., y también el de Hábito, hallado en San Eusebio de la Peroja.

Las Guerras cántabras constituyeron el principio de la débil romanización gallega; las
vías de penetración fueron: la de Astorga, por el Bierzo, hacia Lugo, y la de Brácara, por Tuy (Monte Medulio), hacia La Coruña. En tiempos de Augusto el Convenlus Lucensis pertenecía a la Tarraconense. Caracalla en el a. 212 separó de la Tarraconense la parte noroeste y creó la provincia de Gallaecia.
M. PELLICER CATALÁN.



Las piedras y las rocas en la mitología gallega: 

Las piedras ocupan un lugar muy importante en la mitología y en la cultura gallegas de todos los tiempos. Podemos encontrar muestra de ello en las antiquísimas y abundantes fuentes de piedra esparcidas por toda Galicia, desde la costa a las montañas, desde los bosques a los pueblos y las ciudades.

También podemos observar la abundante colección de piedras y de rocas de la era megalítica a lo largo y ancho de toda la antigua Gallaecia. En sus castros, en sus menhires, en sus dolmenes, etc...
Muchos de estos objetos de piedra, probablemente, hayan sido venerados desde tiempos remotos (ya que aún hay tradiciones vivas respecto a las rocas en Galicia, más de las que sepamos en un principio).

Espero que disfrutéis de la lectura, que aprendáis mucho, y que sea agradable para vosotros este pequeño viaje a las mágicas tierras del Noroeste peninsular. ;)

Pedra de abalar: Las Pedras de abalar o Pedras abaladoiras son enormes piedras, habitualmente situadas cerca de la costa, que están apoyadas gravitacionalmente solo en dos puntos de forma que el centro de gravedad se puede modificar con un esfuerzo muy pequeño. El significado antropológico y etnográfico de estas piedras es grande, pues a veces sirven como lugar de rito de iniciación o curación. Su existencia cerca del mar responde a su formación: la erosión salina va creando alvéolos en sus regiones más periféricas, que le van dando formas redondeadas a la roca y, eventualmente, trasladan las fuerzas de apoyo a puntos que no eran los iniciales.

Éstas son algunas de las Pedras abaladoiras más conocidas:

- Pena da Conga, en Melide.
- Pedra da Barca, en Muxía.
- Castro do Faro, en O Porriño.

Pena Molexa: La Pena Molexa es uno de los monumentos naturales más singulares del concello de Narón, situado en la parroquia de O Val, muy cerca del asentamiento castrexo de Vilasuso.

Se trata de un espectacular penedo (piedra muy grande que sobresale de la tierra o del mar) de varias toneladas colocado sobre enormes rocas. Su disposición no tiene una apariencia natural, ya que parece que su colocación fue por accidente, mas el hecho de haber sido puesto entre los dos bloques graníticos por la naturaleza, o por la mano del hombre, es irrelevante. Su folclore indica que este penedo formaba parte importante de un viejo culto y de una vieja creencia, y se considera obra de una divinidad.

La Pena Molexa fue seguramente un santuario celta, un altar que, por alguna razón, no llegó a ser cristianizado. Su folclore aún constituye un ejemplo de la supervivencia popular del culto a la Deusa Nai (Diosa Madre) celta, la divinidad femenina que representa a la propia tierra que, en este caso, sería Galicia.

El culto a las piedras es un uso religioso que procede de la noche de los tiempos, y que fue esparcido por toda Europa en la Edad del Bronce. Al rededor de él, hay leyendas contadas por las personas más viejas del lugar. Las que perduran en la tradición oral con más sentimiento son las que la vecindad de O Val escenifican en la noche de San Xoán, para festejar la llegada del Verano.

LOS SIGUIENTES ENLACES ademas de ser bellos, tienen información interesante.

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