LA RAÍZ DE LA VIDA.
Un día entre muchos, pero especial. En el que el cielo era azul, un azul intenso, en el que no se dejaba ver una nube, de un color brillante.
Se dejaban acariciar todos los seres del lugar por la brisa del aire, que no era fuerte pero sí notable.
Las copas de los árboles se desplazaban de un lado a otro a su son. Acariciando sinuosamente sus hojas al pasar entre ellas. El choque de éste al filtrarse entre las montañas originaba una bella canción, ocasionando un ambiente totalmente especial, digno de ver y de sentir.
El viento ayudaba en su viaje a las hojas, semillas, partículas terrestres, incluso motas de agua, procedentes de ríos cercanos, manteniendo la humedad de la zona. Haciendo que las plantas y los árboles de los lugares cercanos crecieran sanos con una belleza espectacular.
En uno de los golpes del viento, una semilla venida, Dios sabe de dónde, cayó cercana al río. En otro golpe, originó un remolino de tierra alrededor de la semilla, la cual, quedó enterrada. Poco después una suave brisa dejó caer unas gotas de agua procedentes del río. Haciendo que la tierra quedara ajustada al terreno, rodeando completamente a la semilla, quedando allí su lugar de asentamiento.
Al poco tiempo…
De esa semilla aparecieron unas sensibles raíces que iban absorbiendo los nutrientes que las hojas y otros organismos al descomponerse en la tierra iban originando, ayudada también, por la humedad característica de la zona, gracias al río y las abundantes lluvias que caían con frecuencia.
Con el tiempo brotó un fuerte tallo verde, del cual, crecieron unas hermosas hojas, en conjunto con toda la planta en sí. No dejaba de ser un tallo junto con sus pequeñas hojas, como otras muchas plantas del lugar, pero cada una con una belleza peculiar, única, si se sabía apreciar.
La planta con el paso del tiempo seguía su crecimiento sana y fuerte. Esto le favorecía para defenderse de las enfermedades, que eran pocas, ya que las condiciones eran idóneas para ello por la limpieza del lugar. Sin ningún tipo de contaminante en el ecosistema que le pudiera dañar.
Estaba rodeada de naturaleza sin adulterar. No había fábricas ni coches a su alrededor, ni productos químicos que pudieran dañar la zona; ni tan siquiera habitaban en el lugar tribus o seres humanos que en un momento dado pudieran dañarlos.
Un día se acercó a la planta un hermoso pájaro.
La planta tuvo por primera vez una sensación desagradable. No sabía por qué, pero enseguida lo averiguó. Éste se posó encima de sus fuertes ramas. Comenzando a picotear sus bellas hojas.
Está sintió que le faltaba algo de vida, sentía un ligero escozor, pero en ese preciso momento, un golpe de viento, hizo que el pájaro se asustara, volando hacia un árbol cercano que le daba mayor seguridad.
La planta entristeció por su falta de vitalidad y por la sensación nueva desagradable que había tenido, pero pronto se dio cuenta de que todo seguía igual.
Siguió su proceso de crecimiento a pesar de la rotura de alguna de sus hojas y de su disminución en belleza.
Ella quería seguir creciendo como tal a pesar de sus pequeñas deficiencias, sintiendo lo que le aportaba todo lo que le rodeaba.
La brisa del viento al rozarla.
La lluvia cuando caía encima de sus hojas aportándole energía.
La caricia del sol que se dejaba entrever entre los árboles. Sintiendo lo que estos le regalaban cuando sus hojas caían cerca de ella. Aportándole los nutrientes que tanto necesitaba para seguir con su crecimiento.
Todas estas sensaciones pronto le hicieron olvidar lo que le había ocurrido con el pájaro. Pensando:
Bueno, quizás yo le serví de alimento en un momento en el que se podía encontrar desfallecido, pensó.
A los pocos días, debido a su saludable vitalidad, por debajo de las hojas dañadas, empezaron a salir otras hojas, sanas y fuertes aportándole otra vez su equilibrio.
Aunque quedó la cicatriz de las hojas dañadas que terminaron cayendo, en su ser sentía su falta.
La planta se dio cuenta que seguía creciendo cada vez con más fuerza rodeada de un entorno que le ayudaba a seguir adelante.
Un día al atardecer, sintió igual que todos los seres de alrededor que algo andaba mal. Los animales estaban muy inquietos, los pájaros en bandadas iban dirección al rio.
El viento soplaba fuerte, trasmitiendo intranquilidad a todos los habitantes del bosque, arrastrando unas grandes nubes blancas y grises muy densas que absorbían el oxigeno del lugar.
Los árboles de más años se intranquilizaron mucho.
A lo lejos divisaron unas grandes formas rojas brillantes que se engrandecían por momentos. Parecían ser alimentadas por el viento. Observando que a su paso destruía todo lo que hallaban en su camino. A la vez que desprendían un calor abrasador.
La planta intentaba entender lo que pasaba, pero le era imposible. Ella tenía unas dimensiones muy inferiores a todo lo que le rodeaba. Sólo le quedaba esperar.
Los árboles junto con el viento intentaban desplazar las formas, que no eran otra cosa que un gran fuego, hacia los lugares más húmedos, costándole horrores. Pues las pequeñas malezas secas que había en el lugar dejaban pasar las llamas con gran rapidez.
Los animales corrían despavoridos. Grandes manadas pasaban entre los árboles huyendo del fuego, arrasando con todo lo que se encontraban en su camino.
La planta sintió verdadero terror. Sentía grandes golpes en el terreno, originados por la carrera de los animales, desplazándose al ritmo del viento que originaba la fuerza de la carrera de ellos.
Iba teniendo suerte. Sus hojas y sus tallos se desplazaban de un lado a otro con fuerza, sin sufrir daños, dando las gracias por esto. Pero eso era demasiada suerte tal como estaba la situación.
En una de las carreras de diversas especies del bosque, una de jabalís pasó rozándole e incluso fue desenterrada parte de sus raíces.
En ese instante sintió como si fuera de un momento a otro a salir volando junto con la fuerza del viento que arrastraba hojas, cenizas y todo lo que encontraba a su paso.
-¡Esto es el fin! Pensó.
Pero, no.
En ese instante comenzó a sentir sobre sus hojas caer unas gotas de agua. Al principio no sabía bien que es lo que ocurría.
- No es posible, ¿Está lloviendo? Se dijo.
A los pocos segundos ya no eran gotas, era el diluvio. Lo que hizo frenar el incendio, disminuyendo poco a poco, el calor.
Las llamas fueron desapareciendo. El humo que no dejaba respirar fue disminuyendo. Dando paso junto con el agua que caía a un aire fresco. Originando la pureza del lugar.
Nuestra planta, aprovecho el torrencial de agua para volver asirse fuertemente al suelo. Quedando gran parte de las raíces que habían sido desenterradas sujetas otra vez a la tierra. Siendo enterradas por el desprendimiento de tierra que bajaba junto al agua de las montañas.
La tormenta duro toda la noche.
Al amanecer. El sol se dejo ver entre los árboles.
La planta sentía que los árboles estaban tristes. El paisaje que vislumbraban era desolador y eso se hacía sentir en el ambiente.
Lo que ella podía visualizar a su alrededor tampoco era demasiado alentador.
Todo el entorno estaba lleno de cenizas. Plantas arrancadas de cuajo, animales incinerados o mal heridos.
Ella había tenido mucha suerte.
Tras observar como había quedado todo. Sumida en la tristeza, no le quedaba otra cosa que resignarse. Teniendo la esperanza de que pronto todo volviera a ser igual.
A sabiendas de que quedarían secuelas, señales, huellas, de lo que había sucedido en el lugar.
Así fue.
Todo lo que en un principio parecía desolación, resulto ser una fuente de riqueza para la recuperación del suelo.
Pronto surgieron nuevas plantas en el lugar. Incluso, muchas de las que parecían que habían desaparecido en el incendio, volvieron a brotar, pero mucho más fuertes.
A lo lejos.
Los árboles empezaron a ver como el ecosistema volvía a resurgir.
Nuevas plantas, nuevos árboles brotaban.
Una nueva belleza después de un periodo más o menos corto de aridez en la zona volvía a emerger. Haciéndose notar una nueva brisa de energía asociada a todo lo que rodeaba al lugar.
La planta con su tallo, sus hojas doblemente engrandecidas, con sensibles huellas de las vivencias acontecidas por ella y del lugar. Noto como en las ramas más fuertes surgían unas bellas flores, de las cuales, los entendidos, las llamaban orquídeas.
Ella tras su lucha por la supervivencia logro un éxodo de satisfacción. No sabía porque, pero, era como si su cometido fuera logrado. Lo que otorgo para ella misma y para el lugar, una tranquilidad que le permitió, sucediera lo que sucediera, fuerza para admitir lo que hubiera de venir.
La vida de los seres humanos es una humilde y a la vez sensible semilla, que poco a poco ha de germinar, crecer y madurar, con más o menos dificultades. Dependiendo todo de las actitudes que tomemos ante ella. Logrando nuestro cometido si tenemos la fuerza y perseverancia suficiente para ello.
Teniendo en cuenta que nos necesitamos los unos a los otros para poder avanzar por el camino de la vida.
En eso se basa el regalo de la vida y el disfrute de ella.
Considerando que para ello hay que tener el motor de la LUCHA y la PERSEVERANCIA para el logro de nuestros objetivos.
Y entender, que:
Para obtener un BENEFICIO COMÚN, se necesita la UNIDAD DE MUCHOS.
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Enlace relacionado: http://maricmasi.blogspot.com/2011/02/energia-y-comunicacion-del-entorno.html
Recomiendo el siguiente vídeo. El final os va a gustar, mueve todo, incluido la alegría.
Espero que os guste todo lo presentado, es un anuncio de fin de semana.
Un abrazo amigos.
LUNA SERENA.
Comentarios
Realmente muy buena explicación de las formas geométricas, en especial del triangulo.
Un abrazo.