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ESTRÉS Y ENFERMEDAD.


RELACIÓN DEL ESTRÉS Y LA ENFERMEDAD.

-Los mecanismos biológicos que modulan las respuestas ante las exigencias del medio son afectados por el ritmo de vida actual
-Lesiona los sistemas cardíaco, inmunológico y neurológico
-Las tensiones psicológicas pueden causar enfermedades
-La alimentación rica en grasas y el sedentarismo aumentan el problema


En esta temporada de disputas con parientes y niños quejosos, de tiendas de regalos atestadas y tarjetas de Navidad que no se enviaron a tiempo, es instructivo analizar la situación que enfrenta el salmón del Pacífico.

Mientras los peces saltan, caen y luchan aguas arriba para llegar a sus territorios de reproducción, sus niveles de cortisol, una potente hormona que genera estrés, aumentan, proporcionándoles las energías necesarias para luchar contra la corriente.

Esta hormona, sin embargo, también hace que el pez deje de comer. Su sistema digestivo se contrae y casi desaparece. Después de depositar sus huevecillos, el pez muere de agotamiento e infecciones. Los salmones, por supuesto, no pueden evitar sufrir esa tensión o estrés. Están programados para morir: sus sistemas son llevados al máximo nivel de operaciones por su propio diseño genético.

Los seres humanos, en cambio, generalmente están sujetos a presiones creadas por ellos mismos. No obstante, también ellos sufren las consecuencias de cuando los mecanismos biológicos del organismo para resistir esas presiones simplemente dejan de funcionar adecuadamente.


Se ha demostrado que el estrés prolongado o severo debilita el sistema inmunológico, presiona al corazón, daña las células de la memoria en el cerebro y deposita grasa en la cintura, en lugar de en las caderas y glúteos (lo que es un factor de riesgo para padecer males cardíacos, cáncer y otras enfermedades), dice el doctor Bruce S. McEwen, director del laboratorio de neuroendocrinología de la Universidad Rockefeller en Manhattan y autor de un nuevo libro, "The End of Stress as We Know It" ("El fin del estrés tal como lo conocemos"). Se ha comprobado también que el estrés está involucrado en el envejecimiento, la depresión, los males cardíacos, la artritis reumatoide y la diabetes, entre otros.


Cuerpo y mente

Los investigadores saben desde hace mucho que el estrés cobra un alto precio sobre el organismo, pero sólo hace poco se reconocieron los efectos profundos que tiene el estrés psicológico. Hace dos decenios muchos científicos básicos se burlaban de la idea de que el estado mental de un paciente pudiera influir sobre la salud. El vínculo entre la mente y el cuerpo era considerado un territorio oscuro, mejor dejado en manos de los psiquiatras.

En la última década, sin embargo, los investigadores demostraron que el estrés psicológico puede aumentar la vulnerabilidad a las enfermedades y han empezado a comprender cómo puede ocurrir tal cosa.

"Si usted me hubiera dicho allá en 1982 que el estrés puede modular cómo funciona el sistema inmunológico, yo habría respondido: "Olvídelo"", dice el doctor Ronald Glaser, inmunólogo de la Universidad de Ohio.

Mientras más profundizan los investigadores más claro resulta que el estrés puede ser el hilo que une a muchas enfermedades que antes se creían carentes de relación entre sí.

"Lo que antes se pensaba que eran rutas que llevaban muy claramente al resultado de una enfermedad específica, ahora se vio que llevan a una amplia gama de diferentes resultados", dice el doctor Robert M. Sapolsky, profesor de Neurología en Stanford.

La clave en esta nueva comprensión es una concepción novedosa del estrés desarrollada por McEwen, que ha estado estudiando el tema durante más de tres decenios. Según este modelo, no es el estrés en sí lo que es dañino. Más bien, los problemas asociados al estrés resultan de una compleja interacción entre las demandas del mundo exterior y la capacidad del organismo para enfrentar amenazas potenciales.

Esa capacidad puede estar influida por factores hereditarios y experiencias infantiles; por la dieta, el ejercicio y los patrones de sueño; por la presencia o ausencia de estrechas relaciones personales; por el nivel de ingresos y el status, y por la acumulación de presiones hasta el punto en que sobrecargan el sistema.

En cantidades moderadas, argumentan los científicos, el estrés es benigno, incluso benéfico, y la mayoría de la gente puede enfrentarlo.


Al prepararse para pronunciar un discurso, presentar un examen o evitar un auto a alta velocidad, el organismo realiza una compleja serie de ajustes. Procesos esenciales para movilizar una respuesta -el sistema cardiovascular, el sistema inmunológico, las glándulas endocrinas y las regiones cerebrales involucradas en la emoción y la memoria- son llamados a actuar. Las funciones no esenciales, como la reproducción y la digestión, son pospuestas para otro momento.

La adrenalina, y más tarde el cortisol, hormonas del estrés generadas por las glándulas adrenales, invaden el organismo. Se elevan el ritmo cardíaco y la presión arterial, la respiración se acelera, el oxígeno fluye hacia los músculos y las células inmunológicas se preparan para acudir de inmediato al lugar de una posible lesión.

Cuando finalmente se pronuncia el discurso se presenta la prueba o se evita ser embestido por el auto a gran velocidad, otro complejo juego de ajustes promueve la calma, regresando al organismo a lo normal.


La tensión crea grasas: se almacenan en el abdomen

Una de las funciones primarias del cortisol es ayudar a movilizar la energía en momentos de estrés mediante la liberación de glucosa en la sangre. Pero cuando el cortisol está crónicamente elevado, junto con altos niveles de insulina, lo que hace es enviar grasa que se almacena en el abdomen. Esto tiene sentido cuando una hambruna se aproxima. Pero son malas noticias para quien desee reducir al mínimo el riesgo de problemas cardíacos, cáncer y otras enfermedades.

Los estudios muestran que el exceso de secreción de cortisol en los animales aumenta la grasa en las vísceras.


La doctora Elissa S. Epel, de la Universidad de California, descubrió que incluso en mujeres esbeltas el estrés, el cortisol y la grasa en el vientre van juntos.

La mayoría de la gente acepta que estar sometida a estrés puede predisponer a enfermedades. Pero fue sólo hasta los años 80 y principios de los 90 cuando los científicos empezaron a descubrir la vinculación de cuerpo y mente. Los investigadores descubrieron nervios que ligan el cerebro al bazo y el timo, órganos importantes en el sistema inmunológico, y establecieron que las neuronas pueden afectar la actividad de los leucocitos, encargados de combatir enfermedades.

Es mucho lo que aún no se sabe acerca de cómo interactúan el cerebro, el sistema endocrino y el sistema inmunológico, y parte de lo que se sabe no se comprende del todo. Se sabe que altos niveles de cortisol, por ejemplo, bloquean la producción y acción de las citoquinas, que inician la respuesta inmunológica. En niveles normales el cortisol puede aumentar la inmunidad, al elevar la producción de citoquinas que combaten la inflamación. No obstante, en algunos casos el cortisol no cierra adecuadamente el sistema inmunológico ante el estrés y permite la continua producción de citoquinas, que promueven la inflamación y se vinculan con enfermedades cardíacas, depresión y hemiplegias.


Estrategias tradicionales

Cierta cantidad de estrés en la vida es inevitable. Pero la enfermedad no lo es, dice Bruce McEwen, autor del libro "El fin del estrés tal como lo conocemos". Diversas estrategias pueden reducir el riesgo de una enfermedad producida por el estrés.

Comerse un litro de helado para calmar las tensiones provocadas por una discusión familiar no es una de ellas, ni lo es acostarse y mirar la televisión durante ocho horas para olvidar todo.

Las mejores formas de enfrentar el estrés, dice McEwen, siguen siendo las tradicionales: comer en forma adecuada, dormir bien, ejercitarse regularmente, no tomar más de un martini y alejarse de los cigarrillos. "En realidad, sólo se trata de hacer las elecciones correctas en la vida", dice.


Equilibrio a través del cambio

El estridente sonido de una alarma de auto, los jefes excesivamente autoritarios, los matrimonios que discuten, los embotellamientos de autos de 10 kilómetros de largo y los empleados de tiendas groseros no eran parte del plan de la naturaleza.

Cuando el estrés persiste durante demasiado tiempo o llega a ser excesivamente severo, dice McEwen, los mecanismos protectores normales se sobrecargan, una condición a la que él llama carga allostática. El sistema de retroalimentación, finamente calibrado, se ve alterado y, con el tiempo, deja de funcionar adecuadamente, causando daños.

Experimentos realizados por McEwen y sus colegas con ratas ilustran claramente este efecto de desgaste. En los estudios las ratas fueron colocadas en un pequeño compartimento y sus movimientos fueron restringidos durante seis horas diarias.

La primera vez que las ratas fueron restringidas, dice McEwen, se elevaron sus niveles de cortisol y su respuesta al estrés se elevó al máximo. Después, su producción de cortisol se interrumpió cada vez más pronto, a medida que se acostumbraron a esa restricción.

Eso bien pudo haber sido el final de la historia. Pero los investigadores también descubrieron que a los 21 días las ratas empezaron a mostrar los efectos de estrés crónico. Se tornaron ansiosas y agresivas. Sus sistemas inmunológicos se hicieron más lentos para rechazar a las ratas invasoras. Las células nerviosas en el hipocampo, una región cerebral involucrada en la memoria, se atrofiaron. La producción de nuevas neuronas del hipocampo cesó.

El doctor Sheldon Cohen, profesor de Psicología en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, descubrió que los seres humanos responden en forma muy parecida. Entre los voluntarios inoculados con el virus del resfrío, los que habían estado sometidos a situaciones estresantes más de un mes, como desempleo o problemas familiares, tenían más tendencia a enfermar que los que aludían períodos breves de estrés.

La carga allostática frecuentemente empeora, dice McEwen, por la forma en que la gente responde al estrés, comiendo alimentos grasosos, quedándose hasta tarde en su trabajo, evitando hacer ejercicio o bebiendo en exceso. "El hecho es que ahora vivimos en un mundo en el que nuestros sistemas no reciben la oportunidad de descansar, de regresar a una base", dice. "Están siendo impulsados por calorías en exceso, por falta de sueño y ejercicio, por fumar, por aislamiento o por una competencia frenética."


Fuentes: Erica Goode (The New York Times) y La Nación.


Algunas veces, la tristeza duele.

Pero esto, además de ser una certeza, también tiene su explicación biológica: el trauma psíquico utiliza vías neuroquímicas similares a las del sistema inmune y los circuitos que regulan la memoria y la sensación de dolor.

Así, de la mano del trastorno de estrés traumático, pueden aparecer alergias, dolor crónico, depresión, infecciones virales y también cáncer.

El doctor Daniel Mosca, presidente del V Congreso de Trauma Psíquico y Estrés Traumático, que se realizará entre el 23 y 25 de junio en Buenos Aires, explicó que los procesos de memoria, inmunidad y dolor modulan la supervivencia del organismo: en tanto que la memoria regula los complejísimos procesos de entrada y salida de representaciones, la inmunidad defiende al organismo de lo potencialmente dañino y el dolor le avisa qué estímulos pueden resultarle nocivos.

Pero a veces este equilibrio se desalinea. La memoria inmunológica, confundida, ataca células que debería proteger (o viceversa) o los mecanismos que rigen la percepción del dolor se disparan y el sufrimiento no cesa.

"El estrés postraumático, las alergias y el dolor crónico están regidos por un fenómeno de hipersensibilidad -dice Mosca-. Es el propio sistema el que se desajusta y daña al sujeto produciendo una reacción desmesurada que se pone en marcha en forma independiente del trauma, el alergeno o el estímulo doloroso."

Por otra parte, añade el psiquiatra, el estrés traumático también tiene relación con enfermedades, como el asma y la rinitis o fiebre del Heno, que en la gran mayoría de los casos son de origen alérgico. "Algunos trabajos indican que hasta el 50% de los asmáticos y los que padecen enfermedades autoinmunes (diabetes tipo 1, miastenia gravis, lupus, psoriasis, etcétera) han tenido traumas previos."

También existe una relación entre el trauma psíquico y la alteración de la inmunidad humoral, "que es el tipo de inmunidad que nos protege de las infecciones virales y del cáncer".

Daniel Mosca, a cargo del Servicio de Estrés Postraumático del hospital Alvear y coordinador del Equipo de Factores Humanos del SAME, explica que el trastorno de estrés traumático -que causa ansiedad, irritabilidad, insomnio, problemas de concentración, y recuerdos intrusivos, entre otros síntomas- afecta entre el 15 y 50% de quienes sufren un hecho traumático. En el caso de desastres como el de Cromagnon, lo padece uno de cada tres de los 500 que, aproximadamente, solicitaron atención. "Aunque también detectamos un 20% de depresión, ansiedad y conductas disociativas, que producen anestesia afectiva."

El psiquiatra añadió que durante el Congreso habrá una jornada dedicada a evaluar hechos como Cromagnon y la matanza de Carmen de Patagones y, fronteras afuera, el atentado en la estación Atocha y el tsunami.

"La intervención temprana -dijo Mosca- reduce las secuelas del estrés traumático hasta en el 90% de los casos. El ejemplo de los veteranos de Malvinas demuestra el riesgo de no atender la problemática, que puede persistir durante años. Y, cuanto más tiempo lleva, más difícil es de tratar."


Por Gabriela Navarra de LA NACION


Cinco mini-ejercicios físicos para liberarse de las tensiones

1. Párese bien alto, luego levante y baje su cabeza, de modo que logre estirar bien su cuello. Gírela lentamente hacia la derecha y luego a la izquierda. Baje su cabeza y vuelva a realizar este proceso cinco veces.

2. Rote lentamente su cabeza hacia la derecha, y luego hacia la izquierda.

3. Tire sus hombros hacia atrás, todo lo que pueda. Levante su hombro izquierdo y luego relájelo tirándolo suavemente hacia abajo. Luego, haga lo mismo con su hombro derecho.

4. Realice con su brazo derecho un lento movimiento circular, completo, para relajar el hombro. Haga lo mismo con su brazo izquierdo.

5. Levante y luego relaje ambos hombros. Repita esto diez veces. Ponga su brazo derecho sobre su hombro derecho y toque con la palma de su mano su hombro izquierdo. Repita este proceso con su mano izquierda.


Dra. Adriana O. DONATO, http://www.salud.bioetica.org


LUNA SERENA.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Tus entradas son increibles. Muy completas y perfectamente redactadas. Un saludo.
Montse ha dicho que…
Hola DDmx, esta no es escrita por mí, es copiada, las que no son mías ya pongo su procedencia, no soy doctora, escribo, relato, reflexiono, dibujo, pero nada +.
De todas maneras muchas gracias por tu opinión y por estar.
Esta la verdad, a raíz de lo que quería tratar, la relación estrés y enfermedad, es muy completa.
Recibe un cordial saludo.

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