En una determinada mañana,
en la que el silencio sucumbía,
sin embargo, la mirada intrínseca,
dejaba ver la verdad,
o por lo menos, una parte de esta.
En silencio, allá quedaron ilusiones, otra vez.
Descubriendo que lo que parecía, era diferente,
había más, más gente.
Y así ante el contento de una familia, de su felicidad,
se descubría, lo que se había perdido,
por una circunstancia anómala,
que desvío todo el camino pensado.
Haciendo de una historia otra,
no proyectada, ni imaginada por aquel entonces.
Y así se seguía observando.
Que se estaba atada, pero, la cuerda, se fue aflojando,
tan solo con decisiones, y deseos de tener una buena vida,
aún no fuera la imaginada, y querida.
Y así ante el contento de una familia, de su felicidad,
se descubría, que el sueño que por un momento, se creyó posible,
tan solo, fué, eso, un sueño.
El deseo de tener una familia completa, nueva, y diferente,
marcada por un gran amor, un amor, que se abrió, sólo, sin buscar.
Y igual que se abrió sólo, poco a poco, a través de los años,
así cómo la cuerda, se fue soltando, el amor, fue cediendo,
pero la secuela, la marca, persistía, pues un gran amor, no se disuelve, nunca.
Quedando para la posteridad, más esencial, porqué, quizás, sea, tan solo, y mucho, es.
Eso, esencial, como la vida misma.
Un deseo, ante la felicidad, ante una bebe, una ilusión, qué aún persistía. ¡Increíble!
Y en el silencio, en la felicidad de otros, se vio, la posible, felicidad ansiada, y diferente.
Marcada por las circunstancias y sucesos, que una existencia marca, denomina, y encamina.
Pensando, en el silencio, nada.
Pues nada, se detiene, y todo avanza, silencios...
qué deambulan, para dejar ver una verdad, una, entre muchas, engaños que la mente sustenta.
Sólo, para protegernos, y así hace, la existencia, posible.
Nada, más que eso.
Existencia, que sí, o sí, hemos de vivir.
Sin embargo, cuántos engañados, y cuántos ignorantes, entre ellos la qué deseaba, y ansiaba.
Y, qué poco, sabemos.
Nada.
Montserrat Cobas.
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