Y cuándo observas, que la importancia tuya es mínima. Aquí.
Que pocos te aman, cómo deberían, pero, ya no importa.
Quizás, parezca que no somos imprescindibles, y así es.
Pero todos, tienen y tendrán una parte de mi.
No soy nada, pero soy todo, aún no tenga la importancia que debería como ser humano.
Ya no en relaciones fluctuantes, pero sí en las más familiares.
Ni eso, pareciere, se siente frustran te, pero, al final, observas, a dónde perteneces,
y en esa diferencia, viva, en las situaciones pasadas, y que pocos vivieron,
cometieron errores, muchos hacia mi, y por eso, no importo, pero, la importancia,
viene dada de otro lugar, al que pertenecemos, y en ese reconocimiento, en ese saber, y vivir,
pertenezco, existo, y vivo, sin reconocimiento, sin pausa, pero con el menester de ser fiel,
a los principios de Dios, a los principios de toda vida, toda existencia, transmutando,
y alinean-dome, sabiendo, habiendo llegado, dónde muchos no lo han hecho, y probablemente,
ni llegaran, la vida es eterna, para quienes se reconocen en Dios, en sus pensamientos,
en su Esencia, siendo y formando vida, existencia pura, a través de Ella.
Ya no importa, mi posible importancia, o no importancia, importa, lo que soy y dónde he llegado,
vivo en paz, y me iré en paz, acompañada.
La lealtad, la sinceridad, la honestidad es sumamente valora-ble, y ello nos ha de decir todo.
En la verdad, en el bien.
Acompañados y valorarlo. Siendo correspondientes y por igual.
Pero, no hay igual.
Por Montserrat Cobas.
Todo se acaba, todo tiene un final, para un nuevo, y total, comienzo.
En beatitud.
Comentarios