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EL ÚLTIMO INSTANTE. Narración corta incluida en el libro "Cuentos con mensaje" autora Montse Cobas

Borrador de la narración corta "El último instante", incluida en el libro "Cuentos con mensaje" Autora Montse Cobas,  editorial cultivalibros.
Si estáis interesados en su compra ver el lateral derecho del blog, gracias.

Adrián era un hombre de mediana edad. Se sentía cansado, débil. Por su mente pasaban un sin fin de pensamientos uno detrás de otro.

Recordaba cuando era niño y jugaba con sus padres y hermanos al escondite, en la casa de campo de sus abuelos.

Juegos de niños a los que se unían sus primos cuando todos estaban de vacaciones en aquellos prados de Galicia.

Aquel hermoso árbol que estaba delante de casa de su tía, al cual se subían él y sus primos para ver si había algún nido de pájaros. Casi siempre había alguno. Incluso, en una de las veces que se subieron encontraron varios pollitos que estaban sin plumas, con los ojos cerrados. Recuerda el asombro de todos ellos al haberlos encontrado.
Por su cuerpo, una sensación sumamente agradable le sumerge en una amplia paz al pensar en ello. Era uno de sus momentos de felicidad infantil.

Siguiendo en su recorrido de recuerdos. El día en que conoció a Samanta. Tenía tan solo 13 años, cuando la vio en el colegio por primera vez. Quedo asombrado de su maravillosa cara, llena de pecas, ojos azules y pelo pelirrojo, no había visto una chica tan peculiar y a la vez tan hermosa.
Ella le sonrío, esa sonrisa, marcada en su recuerdo, que aún le hace estremecer de pasión. Fue una de las pocas veces que tuvo esa sensación recorriendo todo su cuerpo.
La primera vez que salió con sus amigos tenía 15 años, excitadísimo y a la vez nervioso.
El primer día que fue a la universidad. Recordando la imagen de cuando iba a entrar al aula, el golpe que se pego contra los cristales de la puerta de entrada, sintiendo, el dolor de ese momento.

Cuando vio por primera vez a Ana María. La observaba desde lejos, algo le atraía hacia ella, quizás su gran melena negra y sus bellos ojos negros, con una peculiar expresión, su manera de hablar, de moverse. Recuerda su gesto cuando él se acerco a ella. Ese gesto de sorpresa, a la vez, que de curiosidad.
Sus palabras entrecortadas cuando le digo: ¡hola! que tal.
Recorriendo por su cuerpo un estremecimiento tan peculiar a la vez que su corazón se aceleraba.
Una sonrisa tenue salió de su rostro al paso de tal imagen, acelerándose, en ese preciso momento su corazón, con su sonido lento pero fuerte, sentido dentro de todo su cuerpo a la vez que de su cabeza y oídos.

Cuando logro el trabajo que tanto había deseado y que tanto le había costado.
Nervioso, tembloroso, entrando por la puerta del hospital, con su bata blanca y su nombre colocado en ella.

Las cientos de operaciones que había realizado a lo largo de los años.

Las vidas que se perdieron entre sus manos, sin poder hacer nada, pero que se intento. Aún a sabiendas de que había un porcentaje muy bajo de poder lograr la supervivencia del paciente.

El rostro de Carlota, una joven que llevaba luchando con su enfermedad parte de su vida, realizándole una operación para intentar mejorar su calidad de vida, quedándose esta en la camilla del quirófano.
Sobreviniéndole lo que en aquel momento sintió, desesperación y dolor al ver que su débil vida se le iba sin poder evitarlo.

Su boda con Ana María, ilusionado y completamente feliz, enamorados. Apareciendo en ese instante las lágrimas a sus ojos en su recuerdo. No pudiendo evitar, el momento en que ella decidió dejarlo por una infidelidad de Adrián con una enfermera.
Sintiendo un profundo dolor de ver que no pudo evitar que ella se fuera, por su irresponsabilidad, buscando en ese momento, una mano a la que acogerse.
La mano de Ana María, apretándola con fuerza, en su deseo de pedirle su perdón.

Necesitaba su perdón.
Corriendo por sus mejillas, lágrimas de dolor y de tristeza, una tristeza apabullante, mientras él en su debilidad se dejaba ir.

Su mano apretada contra la de Ana, sus mejillas mojadas…
Sintió en una de ellas, una mano sinuosa que le acariciaba su rostro limpiándole parte de estas.

Sintió un fuerte dolor en el abdomen que se irradiaba hacia el pecho.
Un dolor profundo, como el que debió sentir, Luis, el compañero de Ana. Quizás no tan fuerte como el que el ahora sentía, cuando este llego a su despacho para quitarse los puntos de una operación de apéndice.
En su desesperación por haber perdido a Ana, en el momento de quitarle los puntos, no tuvo el menor cuidado hacia él, quitándolos con fuerza, haciéndole un daño innecesario en la zona.

Sintiéndose ahora, profundamente arrepentido de tal acto.
Querría, pedirle perdón, pero...

Su cuerpo se estremeció recordando el accidente por el cual estaba postrado en la cama del hospital.
En su desespero apretó demasiado el acelerador, encontrándose con un camión que no pudo esquivar...
Ahora él, era el que estaba en una habitación de la sección de la UCI, en las manos de sus compañeros.

Pasaba por su mente uno de sus últimos recuerdos.

El hijo de Ana y Luis, hermoso, tierno, en sus brazos. Sintiendo en él unos sentimientos nunca tenidos. Sentimientos llenos de amor, ternura, tanto o más, como el que sentía por Ana, el amor de su vida, recordándole, que ese pequeño, podría haber sido de los dos , si él no hubiera sido tan falto de respeto hacia ella y tan seguro de que ella estaría ahí. Hiciera lo que hiciera, por su amor e incluso por su condición de cirujano...
Pero se equivoco.

Aún así, ella estaba ahí, agarrándole de la mano y consolándole en su dolor.
No podía verla, por su condición de debilidad, totalmente adormecido por los fármacos para librarle, lo más posible del dolor.
Pero aún así, sentía dolor. El dolor de los sentimientos incontrolables de su vida pasada. De su felicidad y de su desconsuelo por causas o hechos acontecidos en esta. Unos realizados por él y otros no teniendo nada que ver directamente, pero que le afectaba en su persona.

Él la sentía. Sentía la energía de Ana. Esa fuerza que les unía a ambos en su lazo de amor de diferentes maneras.

El era un amor profundo, con pasión. Aún seguía enamorado.

Ella era un amor fuerte con lazos del pasado, pero ya no era como antes, era un amor de amistad de lazos casi familiares. Uniéndoles el sentimiento que habían tenido tiempo atrás y sus buenos momentos, pero su corazón ahora era de Luis, el que le había dado amor verdadero, comprensión, sinceridad con todo lo que ello con lleva y muy respetuoso hacia su persona.

Estaba ahí, porque le apreciaba. Habían seguido una relación de amistad, incluso, era el padrino de su hijo.

Ana sintió que la mano de Adrián perdía fuerza. Le miro a la cara y vio como su rostro iba cambiando, sus rasgos eran serenos. Entre-abrió los ojos, se miraron.

La mirada de él triste pero llena de paz, dejando caer unas lágrimas lentas pero sinuosas. Su mirada era de despedida. Se iba alejando, iba perdiendo su leve brillo.

Adrián ahora estaba en el presente. La miraba a los ojos. Intentaba pedirle perdón, y decirle que aún la quería. Ella se acerco y le dio un beso en la mejilla a la vez que le acariciaba la mano.
Ese gesto, para él, fue suficiente.

Seguía en el presente, perdiendo la visión de Ana, obligándole, la debilidad a cerrar los ojos.

En su mente ya no había recuerdos. Dejo paso a una imagen oscura, con un largo camino, en el que al final de este había una gran luz, muy brillante, dirigiéndose a ella a una velocidad asombrosa. En su ida escuchaba el sonido de la maquina a la que estaba conectado, la voz de Ana, llamando a las enfermeras, el latido de su corazón muy tenue.

Sus sentidos pasaron a absorber una gran sensación de paz, algo iba hacia la luz.

Era él o lo que quedaba de él. Lo que sentía era muy agradable, dulce, no sentía dolor ni sufrimiento.
Nunca había tenido tal sensación de felicidad profunda. Giro la cabeza y vio su cuerpo rodeado de doctores y enfermeras, un cuerpo ya sin vida, por el cual, los médicos no pudieron hacer nada por salvarle. El tampoco deseaba volver.

Cuando llego al final del camino, encontró un gran espacio con mucha claridad, en el cual había muchas "personas" de una claridad intensa, casi molestaba a los ojos.
Entre ellas estaban esperándole personas fallecidas que ya conocía, a las cuales apreciaba.
Enseguida se percato, que en ese lugar, no había lugar para el odio, la maldad. Era un lugar que desprendía mucho amor y una gran paz y serenidad.

Exactamente, como el último instante de su vida. 
Mari. MC

LUNA SERENA,

Comentarios

Alberto Delgado ha dicho que…
A veces los últimos instantes son los primeros. Muy bonito tu blog.Un saludo.
Anónimo ha dicho que…
Espectacular Historia de Amor, como dice Alberto, muchas veces las puertas del pasado,q se cierran son las mismas q nos abren una nueva puerta, una nueva oportunidad se nos presenta para ser felices, y en mi opinion, no hay q dejarla ir, a q seguirla hasta q se vea concreta, siempre y cuando sea para mejor, siempre q no te hagan ni hagas sufrir. Hemoso tu Blog!!, valoro muchisimo todo la informacion q tiene,por los gustos, pareciera q fuésemos la misma persona,
UN BESOTE!, Angy.

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