Eran dos hombres, ambos amigos. Uno era el típico pícaro que parecía no haber roto un plato en su vida. Y el otro le encantaba escuchar lo que este le decía, le hacia gracia oír sus palabras. Contaba lo que pensaba de uno y otro, nada agradable normalmente. A las mujeres las ponía tan solo como uso sexual, solo se fijaba en ellas por su libido medio contenida, no se privaba. Si podía hacia por arrimarse a ellas con un interés nada recatado, al contrario. Las jóvenes cuando se percataban se encontraban incomodas, apartándose inmediatamente de él. Algunas caían en sus redes por su encanto, su guiño de ojo totalmente atractivo y su aspecto tímido. Pero en cuanto lo empezaban a conocer, salían despavoridas pues iba siempre a lo mismo, algunas tenían serios problemas para que este las dejara en paz. La misma apariencia de timidez y de bromista que daba ante las mujeres, la daba a su amigo, por eso se lo pasaba tan bien. Pensaba que era su forma de ser, sin llegar más lejos. Hablaba
Entra en un mundo real. La otra realidad.