Es acordarme, en los días de confinamiento, esos en los cuáles contactaba con el medio natural,
señales qué conocía, y mensajes que de vez en cuándo me donaba. Conozco, es simple, no es complicado, sólo hay qué estar algo atentos, observar y sentir para conocer y diagnosticar con las señales y formas que da en determinados momentos.
Esa amistad que logramos, algo más durante el tiempo, en el cuál me integre a él en la búsqueda del bienestar y sin buscarlo, compañía. Años complejos qué forman parte de mi pasado y en los cuáles a través de ellos pude aprender de mi interior y la sanación propia y ajena. Al igual que de la Madre Tierra.
De ahí Ella me recuerda, ese cariño qué conseguimos, y aún ahora me extraña, y yo en ocasiones mucho,
recordando lo conseguido entre ambas, una ayuda substancial por amabas partes, y es qué ayuda y mucho, pero hay que conectar, hay qué ser consciente y amar, empezando por una misma y el entorno que nos abastece de aire, agua, alimentos, oxigeno, amor mutuo cuándo es reciproco. Cuánto nos ama, percibe.
Caricias del viento, éter que nos ayuda y descifra para un fin común llamado bienestar.
Y recuerdo en estos momentos, cómo en ratos pasados cuándo no debía salir, cuánto recuerdo, y es qué lo pasado, pasó y por ello el recuerdo, y sí es bueno, mejor.
Namasté.
Ser amorosos, ser en paz, ello siempre obra recompensa.
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