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Llueve, es el lloro del mundo,
cae lentamente y con intensidad,
agua qué limpia y marchita, resurgiendo otra realidad.
Emociones anquilosadas.
Miro a través de la ventana,
un mundo inquieto y a la vez sereno tras el cristal,
encontrándonos con nosotros mismos y el entorno camuflado.
Tranquila y sosegada, cómo la agua misma qué se asienta,
corre...limpiando cada recoveco, todo corazón.
Llueve, el sol aparece vuelve otro amanecer.
Cada segundo lo hace, es impulso tras impulso, el qué origina.
Brilla detrás de las nubes tras mucho tiempo entorpecido.
Eso qué no querían dejar ver.
Llueve, son las lágrimas qué no caen, cayendo sin querer.
Aparece, se siente, lo sinsentido, llega la claridad,
esa, qué no se podía observar por mantenerse oculta.
Aflora y aflora, de ahí la incredulidad, la dureza, el desconcierto, la ansiedad....
Toca ahora en cada gota de agua soltar todo lo sufrido y padecido.
Suelta, aleja de ti todo desarreglo toda turbación.
Cada una qué cae, una se condensa, otra fluye, hasta llegar a la plena purificación,
cómo cuándo al rio y al mar llega para clarificarla, en su trayecto evolutivo, rodado,
qué cómo fin tiene la superación y la plena evolución.
Llueve, limpia, cada despertar. Deja ver otra realidad, la qué nos acontece.
Agua qué cae, llanto para sanar cada situación y emoción contenida, esa qué resurge.
Tranquilo o con virulencia, fluye, brota, lágrimas y precipitación, recompone,
depurando el transcurso qué nos toco vivir. Siente, reconoce y elévate.
Cómo la flor qué aparece hermosa tras todo el esfuerzo mantenido desde su semilla.
Esfuerzo, nutrir, crecimiento, y belleza.
Por Montse Cobas.
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