OPORTUNIDAD A LA VIDA.

Maika era una muchacha que vivía en un pequeño pueblo de Asía. Estaba pasando por una mala época.

Hacia unos meses sus padres habían perdido la vida en un accidente de autobús. Su pareja se había ido del pueblo con una amiga para buscar trabajo y vivir en una gran capital, ya que consideraba muy pobre e insatisfactoria la vida del pueblo. Sintiéndose ante todo esto muy abatida.
Ante su tristeza, cuando terminaba de hacer los trabajos de su hogar y los que realizaba en la vivienda de una anciana del pueblo, se desviaba del camino a casa por un pasaje realmente hermoso.

Se adentraba en plena naturaleza dejándose acariciar por la brisa del viento, respiraba aire puro impregnándose todo su organismo de una gran armonía y paz. Sintiendo un gran consuelo.

Iba adentrándose en el camino. Escuchaba los sonidos de las hojas de los árboles al movimiento de estas, el canto de los pájaros, alegres del buen tiempo que hacía, y aun estuviera lloviendo, algún canto leve y suave se les oía cantar. En el trayecto se sentía acompañada. Una compañía que le era imposible de dejar de buscar. Pues se encontraba bien cuando lo hacía, olvidando lo sucedido, aunque aún permaneciera la esencia de ello en su cuerpo.

Iban pasando los días mezclándose más con el entorno.
Al final del bosque había un montículo desde el cual se veía el mar. Era lo que le faltaba para el logro de su total integración con el medio. Se sentaba en la cima de este, cara al sol, notaba su energía amplia y extensa que entraba en su interior. Mentalmente le daba mensajes al astro.

¡Qué bueno! Me llenas de paz y de energía. Gracias

Cuando a veces se acordaba de sus padres y pensaba donde podrían estar, inundándose de tristeza. El sol reducía sus rayos al paso de una leve neblina para luego volver a salir con una fuerza fluctuante que a Maika le parecían caricias de consuelo.
En el rato que estaba sentada en la roca del montículo, ella se evadía totalmente del tiempo, del pasado y del presente, solo disfrutaba de lo que le ofrecía en ese momento el entorno.
La mayoría de días, los pájaros de alrededor se ponían a picotear las semillas que Maika les llevaba a la vez que los insectos que había alrededor de ella aportándole una compañía especial. Algunos la miraban observando lo que hacía, como si les extrañase. Uno de ellos con el tiempo, se acostumbro a ponerse en la mano de la muchacha, sintiendo su tierno cuerpo y el calor que desprendía transmitiéndose mutuamente ternura.
Últimamente cuando pensaba en levantarse para irse a casa, el sol, se iba y volvía a través de la neblina que se formaba instantáneamente, cosa que sorprendía a Maika.
Los pájaros la acompañaban hasta el comienzo del camino y las grandes aves volaban en lo alto como si la acompañasen hasta su casa.

Llevaba unos día observando que el ambiente del entorno estaba como alterado. Las aves parecían inquietas, incluso notaba como más movimiento de los animales del bosque, pensando que se avecinaba cambio de tiempo.

Esa noche mientras dormía en su lecho algo la despertó. Algo golpeaba su ventana. Estuvo observando un momento lo que podía ser. Al no adivinarlo, se levanto para mirar a través del cristal. Abrió la ventana y al asomarse vio que las hojas de los árboles del alrededor se agitaban de un lado a otro estrepitosamente. Pero lo curioso es que no hacia viento.
Se quedo perpleja. Se puso algo de ropa y salió al exterior. El ambiente estaba como muy parado, raro, las hojas de los arboles dejaron de moverse, para quedarse totalmente quietas. Tanto, que una sensación de inquietud se implanto en su persona. En ese momento noto, que algo iba a pasar.

No le dio tiempo de seguir observando. Algo se acerco a ella por detrás. La primera reacción fue de miedo, sobresaltándose mucho .

¿Quién o que la empujaba?

Se dio la vuelta como pudo y vio que era un mono. Cogiéndola de la mano estiro con fuerza de ella.
Estaba sorprendida, a la vez que asustada ¿qué pasaba? Se preguntaba.

De pronto la tierra empezó a moverse bajo sus pies. Un tronco enorme cayó encima de su vivienda quedando totalmente aplastada.
Asustada y sin saber bien lo que sucedía, echo a correr de la mano del mono.
Los árboles caían a su alrededor. La tierra se abría en grandes brechas pero cuando alguna lo hacía debajo suyo, algún tronco al caer se cruzaba delante de su camino, pasando encima de él.
Corría y corría acompañada del mono y de otros animales del bosque. Siendo cada vez más los que lo hacían.
Iba por donde iban ellos. Ellos la guiaban.
Llegando al final del bosque, encima de su roca, visualizo horrorizada, que una gran ola gigante se dirigía hacia el pueblo. Se engullía todo lo que encontraba a su paso.
Venía hacia donde ellos estaban situados. No sabía qué hacer. Miraba de un lado a otro, buscando un camino por donde seguir.

Los árboles se agitaban violentamente. Logro su conexión con ellos, como cuando lo hacía en sus paseos. Transmitiéndole seguridad y tranquilidad.

Cuando la ola estaba a punto de llegar a la gran roca donde ellos estaban situados, de los árboles colindantes surgieron multitud de aves, grandes y pequeñas.
Se acercaron a gran rapidez hasta donde se encontraba Maika y los animales que la acompañaban.
En un principio se asusto. Todo fue muy rápido. En un segundo no perceptible para ella se encontró que estaba agarrada por las jarras de un gran águila. Desplazándose a gran velocidad a un lugar seguro.
Sorprendida observo que cada ave llevaba un animal en sus patas.
Desde lo alto veía como la ola arraso todo lo que alcanzo, incluido su pueblo.
Se alejaron del lugar posándose en una montaña apartada donde había un conjunto de casas.
Gente de la aldea la vio llegar cogida de las patas del águila. Para ellos, eso era un buen augurio, acogiéndola amablemente y con amor, invitándola a quedarse, cosa que Maika no rechazo, ya que el sitio era totalmente hermoso y las gentes de lo más acogedoras.

Agradecida de haber podido sobrevivir a tal catástrofe y de la ayuda recibida por el medio natural, cada tarde se sentaba en la cima de la montaña de su nuevo hogar, conectándose con la naturaleza y dándole las gracias.
Observaba enfrente su montículo rodeado de una nueva naturaleza que cada día crecía más.

Siempre se encontraba rodeada de animales del entorno, no olvidándose ni un solo día de llevarles agua fresca de la fuente y semillas de los cultivos que atendían. Pero esta vez no iba sola. Iba acompañada de un matrimonio anciano y de su hijo, el cual era su pareja.
Había formado una nueva familia y era feliz.
Ellos en unión con ella, respetaban, agradecían y la acompañaban en la conexión con quien da la oportunidad a la vida. Derechos reservados.

Montse Cobas.

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Bendiciones.

LUNA SERENA.