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CONSTRUCCIONES DE PIEDRA.

No se si os ha pasado.
Si notáis... las sensaciones al pasear por lugares en que las edificaciones son todas de piedra incluido el suelo o al entrar en las casas rurales de determinados lugares como por ejemplo Galicia.

He veraneado toda mi vida por aldeas de la ciudad de Lugo, en que las casas son totalmente de piedra y madera. Son una maravilla. En verano aunque haga mucha calor te adentras en ellas hasta que baje el sol, sintiendo la refligeración natural que la piedra aporta.
¡Y el aroma de estas casas! Se incrusta en la esencia de la persona. Se sienten como especiales y verdaderos hogares.
Lo que pasa a tu interior, lo que te transmiten, nunca se olvida. Añorando-las en cierta manera.
Son casas de antaño, de muchos años, que han vivido multitud de capítulos en la vida de las personas transmutandolos en sensaciones agradables.

De ellas emana una energía especial, transmitiendo armonía y paz.
Sintiendo curiosidad del porque de ello. He buscado el posible motivo.
Pasando a continuación información del poder y la transmisión que tienen las piedras hacia el entorno. A parte de ser un material totalmente natural, y muy aislante. Siendo totalmente ecológicas.

¿PORQUE NO VOLVER A LA PIEDRA Y A LO MÁS NATURAL POSIBLE EN LAS FORMAS DE VIDA PARA EL SER HUMANO Y A LA VEZ PROTEGER LA VIDA DE NUESTRO ENTORNO Y DE NUESTRO PLANETA?

Aquí dejo plasmada esta pregunta.

Me encanta la piedra y la belleza que aporta cuando se van construyendo formas con ellas.
Más que su belleza quizás lo que nos transmite este tipo de construcciones, cualquiera de ellas... maricmasi.



http://www.hoteles.es/lugo.htm

http://www.hoteles.es/lugo_santiago.htm

http://www.hoteles.es/lugo_hotel_mendez_nu%C3%B1ez.htm

http://hostales.directoriosguias.com/index.php?cat=26

¿COMENZAMOS A SABER ALGO +?....

Para el pensamiento arcaico las piedras son seres vivos, cargados de años y experiencia, capaces de hablar a ciertos hombres de antiguos secretos escuchados por ellas a través de los siglos y que sólo transmiten a quienes abren los oídos más internos y permiten la penetración de sus energías sutiles. En la enorme variedad de sus tamaños, formas, cualidades, colores y grados de pureza, ellas son una sólida expresión de la cosmogonía y de las jerarquías del universo, pudiendo servir al hombre como soporte y vehículo simbólico de conocimiento, y también —al igual que todos los símbolos sagrados — como despertador de la conciencia y ordenador de la mente.
Siguiendo la máxima hermética que dice "lo de abajo es igual a lo de arriba, y lo de arriba, igual a lo de abajo", podríamos afirmar que así como las estrellas son el reflejo visible de una inteligencia superior, y la manifestación sensible de energías invisibles que se hallan en dimensiones metafísicas, del mismo modo el reino mineral es la expresión terrestre de esas energías celestes que en formas pétreas "maduran en las entrañas de la tierra". Tanto las piedras más comunes, que representan a los astros ordinarios; como las semipreciosas y preciosas, relacionadas con determinadas estrellas y constelaciones zodiacales; y también los metales, que se encuentran en su interior y recogen las energías planetarias; hasta llegar al diamante, símbolo de la piedra angular, los minerales constituyen un código simbólico y expresan un lenguaje mágico y sagrado que la antigüedad conoció desde remotos tiempos. Se cree que ellas atraen determinadas energías, ya que sirven como altar y lugar de residencia de los dioses; son capaces de realizar milagros y curaciones, pues tienen propiedades sobrenaturales, mágico-teúrgicas y simbólicas; desde siempre fueron usadas como amuletos y talismanes, y, en muchos casos, como oráculos a través de los cuales algunos pueblos han forjado su destino.
Relata la mitología hebrea que Lucifer, antes de la caída (Luzbel) tenía en su frente una piedra de esmeralda.
Cuando Lucifer peca, es decir,cuando se pierde la conciencia de unidad y se crea la ilusión de algo que existe fuera de Dios, esa piedra le es arrancada simbólicamente de su frente y arrojada al abismo, y a partir de ese momento la creación deviene, para ese ser caído, un sueño, una ilusión, una sombra ficticia, el pálido reflejo de la realidad trascendente.
Sin embargo, los ángeles tallan en esa piedra de esmeralda una copa, un espacio vacío semejante al corazón del hombre, capaz de recibir al espíritu único e inmortal, para que pueda éste así recuperar su naturaleza increada. Esa copa o vaso le fue confiada a Adán (el hombre) en el paraíso terrenal; y la relación con ella (y con el Arbol de Vida) le permitirá mantener esa conciencia de unidad trascendente, que a su vez el hombre pierde en razón de su propia caída (semejante a la de Lucifer) y recupera en virtud de la Redención que le hace retornar a la eterna morada celeste; a la conciencia de unidad que promueve el proceso iniciático y que sólo se alcanza mediante una total regeneración y transmutación interior.
Al igual que esta copa pétrea hay ciertas piedras, en todas las tradiciones, que han sido particularmente veneradas, ya que los antiguos consideraron que poseían una significación especial, pues las tomaron como representación en la tierra de fuerzas sobrenaturales.
En primer lugar, destacan aquéllas que (como el mismo Grial) se consideran moradas de la deidad; las llamadas "betilos", símbolos del Centro primordial que después de la caída se ocultó en el interior de la tierra (y de la piedra), y cuyo poder y resplandor se restablece al fin del ciclo. Este Centro, que está también representado en el símbolo de la Montaña Sagrada, considerada por muchos pueblos como residencia de los dioses, brilla en todo su esplendor durante la fase ascendente del ciclo cósmico, pero se oculta en el mundo subterráneo (en la caverna y en la piedra) en su fase descendente. Es quizá por eso que estas piedras hayan sido vistas como miniaturas de la montaña; y en todo caso ambas (piedra y montaña) representan al mismo Centro o Eje, que se mantiene invariable e inmóvil en el curso de todo ciclo.
Una de estas piedras llamada "betilo" es aquélla que puso Jacob de cabecera cuando tuvo el sueño de la escala.
Al despertar del sueño dijo: "Ciertamente está Yavéh en este lugar y yo no lo sabía"; añadiendo: "¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos". Esa piedra, en forma de pilar, que alzó como memoria de ese acontecimiento, será considerada por el mismo Jacob como residencia divina. Y posteriormente allí alzará un altar al Dios único, arrojando a todos los dioses extraños que había en su familia. Igual significado de "habitáculo divino" tiene la piedra negra que representa a la diosa de la tierra, los montes, los valles y las selvas, la Diosa Madre Cibeles, hija — como Saturno, de quien es hermana y esposa — de Urano y Gea, Madre Mayor de los dioses y los hombres.
Esta "Gran Madre" es considerada como la energía de los cielos encerrada en la tierra; y la piedra con la cual se la representaba en los orígenes, de forma cónica, era vista como un símbolo polar y axial,idéntico al de la montaña sagrada.
El Omphalos del oráculo de Delfos (para mencionar sólo alguno de los ejemplos más conocidos) era representado por una piedra, símbolo de ese Centro y morada de los dioses. Esta piedra representaba el punto de comunicación entre el cielo, la tierra y el mundo subterráneo.
Algunos de esos betilos son aerolitos, es decir, literalmente, piedras caídas del cielo, como es el caso de las "piedras negras" que figuran en múltiples tradiciones, tal cual la piedra negra engastada en una de las paredes de la Ka’ba en la Meca y la propia piedra negra de la Cibeles; y aunque no todos los betilos son propiamente aerolitos, sí se podría asignar a cada uno de ellos, de alguna manera, un origen celeste, pues el Centro que ellos representan es en verdad un eje que sirve como camino de descenso de las energías celestes a la tierra y de reascenso de la tierra al cielo.
Al fin de los tiempos Lucifer recupera la piedra caída y todo retorna a la unidad del Principio.
Ciertas de estas piedras que hemos mencionado y muchas otras que algunos podrían considerar ordinarias han sido utilizadas como oráculos; y se encuentran por doquier piedras que han sido utilizadas como puntos de referencia y hasta como representación en la tierra de constelaciones estelares, lo que confirma lo ya apuntado en el sentido de que los antiguos concedieron a algunas de ellas la condición de ser la manifestación terrestre de energías celestes.
Viridarium Chymicum, Daniel Stolcius, 1624 Generatio

Debemos también recordar, aunque sea de paso, las innumerables esculturas en piedra y piedras talladas que han representado a los distintos dioses, espíritus, ángeles e ideas en todos los pueblos. En ellas pasan a residir esas energías sutiles, y los hombres a su través, comprendiendo lo que significan y traspasando su mero aspecto formal y material, pueden utilizarlas como soportes vehiculares hacia el conocimiento de aquellas fuerzas superiores en ellas depositadas, las que habrán de transmitirse a los que son capaces de recibirlas.
También son especialmente notables las llamadas "piedras del rayo" o "piedras del trueno". Aunque su nombre parece sugerirlo, no se trata en este caso de aerolitos, sino que son piedras que simbolizan al rayo y que fueron utilizadas como armas simbólicas. Tal el caso de ciertas hachas prehistóricas, como el hacha de piedra de Paraçu Râma y el martillo de Thor (origen del mallete masónico), armas celestes capaces tanto de fulminar al enemigo como de iluminar la esencia.
En el simbolismo constructivo la piedra juega, como es lógico, un papel preponderante, con significados muchas veces polivalentes y en algunos casos hasta aparentemente contradictorios, según el ángulo desde el que se la enfoque.
Desde un punto de vista, la construcción en piedra es símbolo de la solidificación y sedentarización de un pueblo que previamente ha sido nómada y ha construido por tanto en materiales livianos y perecederos. Ese estado nómada —como la infancia— siempre ha sido considerado como más cercano a lo primordial. El hombre vive menos apegado a la materia y por lo tanto más cerca de la naturaleza y del espíritu. En ese sentido la sedentarización significa, de manera opuesta a lo que imagina la visión profana, un grado de involución con respecto al estado virginal y de inocencia en que vive el hombre primitivo, el cual no construye todavía ciudades y más bien sacraliza la piedra bruta erigiéndola como altar de sacrificio. La piedra bruta ha sido tallada por los dioses y el hombre aún no está autorizado para hacer ningún cambio a esa divina talla.
Pero cuando un pueblo determinado encuentra su Centro espacial, y se sedentariza, y su ciclo particular ha de llegar a un apogeo o esplendor, entonces los dioses le ordenan construir en piedra un templo que refleje en la tierra a la ciudad celeste. Debe tallar la piedra bruta — que ahora pasa a ser símbolo de los imperfectos estados inferiores — y darle la forma cúbica de la perfección que esa misma ciudad hace patente.
La piedra es materia divina y en ese sentido representa a la doctrina revelada, suprahumana, incorrupta. Pero cuando el hombre comprende literalmente y quiere agregar a la obra materiales puramente humanos, construye con ladrillos y betún una verdadera torre de Babel (Génesis XI) y las lenguas y los entendimientos se confunden. El edificio queda inconcluso y las energías se dispersan.
POR ESO DEBEMOS CONSTRUIR EN PIEDRA. Hemos de rescatar, una a una, en su esencia, las piedras que constituyen las ideas cosmogónicas reveladas; y habremos de tallarlas con sumo cuidado, de modo que les agreguemos fuerza y belleza, dándole a cada una la forma particular que le corresponda sin que su contenido esencial se afecte en modo alguno. Cada obrero del templo es también una de las piedras que lo componen. Cada cual ha de pulir su propia piedra hasta que encuentre la perfección de su misma esencia. Cada piedra del templo es necesaria y cada una de ellas contiene en su interior al templo —y al universo— todo. Pero hay ciertas piedras que destacan en él de modo especial, pues su adecuada ubicación produce el orden horizontal y vertical necesario para que el templo cumpla su cometido llevando a los obreros a los estados más sutiles, más allá del templo —y del universo— mismo, a las regiones del Misterio.
La piedra que se colocará de última, cuya ubicación secreta los constructores desconocen en los primeros grados, y que fue por lo tanto "rechazada" por los obreros de grados inferiores, es en verdad la primera, pues representa al Principio único e inmutable que será irradiado al templo todo. Ese principio, que es el Centro o Eje, es el que da a la construcción una dirección y un sentido, a la vez que, representando él mismo al Centro primordial a que nos hemos referido, es también una meta a seguir, un Norte polar que nos marca el camino de la puerta estrecha por donde habrán de salir las almas de los obreros, ya purificadas, hacia la empírea patria de los bienaventurados. Pero para que ese espíritu único encuentre domicilio en el interior del templo y del corazón de sus constructores, éstos habrán primero que "encuadrar" el espacio en cuyo centro o eje se alojará; así fijarán los límites de una construcción cosmogónica que sea capaz de llevarlos hacia lo ilimitado. Deberán primero, con el auxilio de los astros, darle una orientación perfecta hacia los cuatro puntos cardinales; luego, con ayuda de la escuadra, establecerán las cuatro esquinas y en cada una de ellas plantarán una piedra, lo que garantizará la construcción de una estructura sólida y estable.
Con la colocación de la "primera piedra" se da inicio a la obra. Esta se pone normalmente en la esquina noreste de la base cuadrangular del edificio, y posteriormente se ubican, por su orden, las otras tres, en las esquinas sureste, suroeste y noroeste, haciendo un movimiento de circunvalación. Estas cuatro piedras de fundación, llamadas piedras de esquina (corner stone en la masonería inglesa) constituyen la base sobre la cual el edificio todo descansará.
Se dice que en el centro de la base del templo de Jerusalén se colocó la piedra de Jacob que mágicamente siguió al pueblo durante su peregrinaje a tierra santa, de la que brotaba agua de vida que sació su sed en el desierto. Esta piedra es llamada en hebreo shethiyah, o fundamental, y se encuentra, al igual que las cuatro piedras de esquina, a la altura horizontal de la base, pero en su centro, siendo testimonio vivo —como el omphalos de Delfos— de la fuente original de la que brotó la Tradición Primordial cuyo descenso al interior de la tierra esa piedra ejemplifica.
Pero ¿de dónde pende la plomada que desde el corazón del cielo señala el centro, en el propio corazón de la tierra? Pende de la estrella polar, de la piedra angular que es un diamante facetado capaz de proyectar su luz a toda la creación, al templo que la refleja y al hombre que, participando de una construcción de tal especie, corona la obra creacional al encontrar y ubicar esa misteriosa piedra cuyo hallazgo le hace retornar al increado mundo del misterio donde descansa su esencia inmutable. Esa piedra angular es idéntica en su simbolismo a la piedra filosofal, objeto de la búsqueda del alquimista. Pero para hallarla es menester descender a lo más bajo y profundo de nuestras interioridades, a los mundos subterráneos de la caverna iniciática, siguiendo la máxima hermética V.I.T.R.I.O.L.16 A esa caverna se llega a través de un laberinto que pierde a los no cualificados y al mismo tiempo guía a los adeptos al interior de esa caverna. Parece ser que la palabra misma 'laberinto' se relaciona a su vez con la palabra 'piedra' (en latín lapis) y que probablemente los laberintos iniciáticos, en sus orígenes, fueran de ese material. Además, la caverna misma es excavada en la roca, y ésta fue —justamente durante la denominada "edad de piedra"— santuario y lugar de iniciación de los hombres que a su vez eran llamados "nacidos de la piedra". Al sortear las pruebas laberínticas el candidato visita el interior de la tierra, desciende a los infiernos, muere al mundo profano, y nace por segunda vez, regenerado, recuperando así su Centro y elevándose por el Eje hacia las regiones del verdadero Ser.17 En el templo cristiano, de base rectangular, el centro no es el punto central del rectángulo, sino el punto central de la base inmóvil de un cubo que al desdoblarse produce el símbolo de la cruz compuesta de seis cuadrados.
La piedra fundamental del centro de la base corresponde en el árbol sefirótico a la esfera 9, Yesod, Fundamento, que es la región en la que se produce la iniciación, representada en el Tarot por la lámina XII, "El Colgado". En el cristianismo se asimila a Pedro ("Tú eres Pedro y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia"), y no es casual que éste haya sido crucificado cabeza abajo, tal como aparece el personaje de esa lámina, cuya posición invertida indica que el proceso iniciático supone una verdadera ‘conversión’. El iniciado ya no se deja llevar por la corriente del mundo profano, sino que por el contrario marcha contra esa corriente buscando su origen espiritual, su realidad sagrada. Las cuatro piedras de esquina (colocadas en este caso en los cuatro ángulos de la base inmóvil del cubo) se relacionan con los cuatro evangelistas y los cuatro evangelios, fundamento sobre el cual descansa la doctrina cristiana, y están simbolizadas en la lámina XXI del Tarot con las cuatro figuras que los representan (toro, león, águila y ángel). A su vez estas cuatro figuras se corresponden exactamente con los cuatro signos fijos del zodíaco (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario), lo que nos habla de la presencia del simbolismo astrológico en el interior del templo (imagen del cosmos). Los doce signos zodiacales, representados también en las doce piedras (así como las doce puertas, los doce apóstoles y las doce tribus) mencionadas en Apocalipsis XXI decoran y encuadran las catedrales góticas y los templos masónicos.
En el mismo centro del templo cristiano se coloca una piedra o ara (y una copa) a una altura intermediaria entre el centro de la base y el punto medio de la cúpula. El ara es una piedra consagrada que tiene una cavidad. Esa piedra (y la copa que recibe la sangre de Cristo) podrían asimilarse al sefirah número, Tifereth, corazón del árbol de la vida y corazón del hombre, donde el corazón del cielo y el de la tierra son un solo corazón.
La piedra angular, en las construcciones piramidales, se ubica en el vértice de la pirámide. En las de techo circular o coronadas con cúpula, o domo, se coloca en el centro del círculo trazado con compás. Ella corona la obra. Se la relaciona con la sefirah número 1, Kether (corona), y con lo que el kundalinî yoga llama chakra sahasrâra conocido también como "coronario". En el cristianismo la piedra "de toque" o angular es el propio Cristo, del que emana la doctrina revelada.18 En la lámina XXI del Tarot recién citada, la piedra angular, quintaesencia, éter y avir, imagen de los estados superiores del ser y de la conciencia eterna de unidad, está señalada por el ombligo de la mujer que allí simboliza a la Jerusalén celeste descendiendo a la tierra.19
Para concluir mencionaremos, aunque sea de paso, los pectorales,20 los anillos y las coronas21 de reyes y altos sacerdotes que siempre fueron adornados con piedras preciosas y que transmiten a sus portadores las fuerzas y cualidades que ellas simbolizan.
También las concreciones fósiles, los corales y las perlas, que en diversos lugares fueron utilizados con fines talismánicos y curativos; lo mismo que los bezoars o 'piedras' que se forman en el interior de los cuerpos de los animales que por doquier fueron consideradas de valor mágico; y los llamados gamahez que son piedras con relieves de formas vegetales, animales, humanas o geométricas, que se dibujan naturalmente en ellas y que han sido veneradas en todas las tradiciones, incluso la cristiana.
Podemos pues ver cómo para el pensamiento tradicional los símbolos de la naturaleza, como la piedra (y lo mismo podríamos decir de los vegetales y animales y del cosmos todo), son portadores de ideas, fuerzas y energías sutiles que de algún modo en ellos se depositan.
Constituyen un orden y un modelo arquetípico cuya comprensión puede hacer posible que el hombre —que contiene dentro de sí todas esas energías y fuerzas, pues él las sintetiza y gobierna— se comunique con aspectos más reales y superiores de sí mismo y logre finalmente el hallazgo de esa piedra misteriosa que es, para quien pueda traspasar las apariencias de las cosas, el único verdadero tesoro —oculto en las regiones más profundas de nuestro ser— al que podríamos aspirar.

Viridarium Chymicum, Daniel Stolcius, 1624
Septem Metalla

NOTAS
1
René Guénon (Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, capítulo III) establece una relación simbólica entre esa piedra y la perla que la iconografía hindú coloca en el "tercer ojo de Shiva". Esta representa, en esa tradición, el sentido de inmortalidad y la conciencia de eternidad que se pierde justamente en razón de la caída.
2
Esa piedra esmeralda tallada como una copa es el origen de la leyenda del Grial. Representa también un centro espiritual y una tradición que se han mantenido ocultos en la tierra y transmitido secretamente de generación en generación. Remitimos al lector al artículo III, recién citado, de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Es interesante mencionar aquí la Tabla de Esmeralda atribuida a Hermes, de la que se dice fue tallada también en una piedra.
3 Como el monte Meru, el Sión, el Olimpo, y hasta el Gólgota, para mencionar únicamente algunos de los innumerables montes sagrados que aparecen prácticamente en todas las tradiciones.
4
Génesis, XVIII.
5
Génesis XXXV.
6
El espíritu incorporado en la materia. El Verbo hecho carne.
7
Es quizá interesante recordar aquí que en el cristianismo numerosas 'apariciones' de María, La Virgen, ocurren en una gruta, sobre una piedra.
8
Queremos mencionar, aunque sea de paso, los dólmenes y menhires celtas, así como los obeliscos egipcios que jugaron un papel similar.
9
Las pitonisas de Delfos escuchaban los mensajes celestes a través del propio Omphalos. Los sacerdotes indígenas de Talamanca, en Costa Rica, utilizan cuatro pequeñas piedritas (que reconocen pues logran "ver" en ellas un espíritu oculto) como oráculo sagrado. Sería posiblemente interminable enlistar la cantidad enorme de piedras que en muchísimas culturas fueron consideradas oraculares.
10
También en Costa Rica han aparecido cantidad de piedras perfectamente esféricas, muy antiguas, que parece tuvieron ese destino.
11
En verdad lo último que hemos mencionado con respecto a la piedra es válido para cualquier símbolo sagrado en particular. Aunque la incomprensión de esto haya dado lugar a tantas idolatrías y supersticiones lo ha sido en momentos de decadencia de los pueblos, períodos que son generalmente caracterizados por una pérdida del espíritu que conlleva el confundir al símbolo mismo —en este caso la piedra— con la energía, idea o fuerza que éste oculta y al mismo tiempo transmite y revela.
12
Estas hachas aparecen por doquier, y son una demostración más de la presencia, en las tradiciones particulares, de ciertos símbolos que pertenecen a lo que llamamos la Tradición Primordial.
13
De nuevo remitimos al lector a Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, esta vez a los capítulos XXV y XXVI denominados "Las Piedras del Rayo" y "Las Armas Simbólicas". Para profundizar en los temas que trataremos a continuación sobre la piedra en el simbolismo constructivo, ver capítulos XXXIX a XLIX de esa obra trascendental.
14
La Jerusalén Celeste descrita por Juan en Apocalipsis XXI, y que representa los estados superiores del ser una vez sobrepasada la segunda muerte, es cúbica ("Midió con la caña la ciudad, y tenía doce mil estadios, siendo iguales su longitud, su latitud y su altura.") y es de oro y piedras ("Su muro era de jaspe y la ciudad oro puro; y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera, de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; la quinta, de sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima de crisólito; la octava, de berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de jacinto, y la duodécima de amatista. Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era de una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente."
Sobre el simbolismo de tallar la piedra bruta en forma cúbica, que en la Masonería constituye la instrucción del aprendiz, ver Símbolo, Rito, Iniciación.
La Cosmogonía Masónica, recientemente publicado por Ediciones Obelisco, Barcelona 1992.
15
Ver en el número anterior de SYMBOLOS (Nº 4, Guatemala 1992) el interesantísimo texto "Explicación de la Tabla de Esmeralda", por Hortelano, traducido por Francisco Ariza, quien agrega sus magníficos comentarios.
16
"Visita el interior de la tierra y rectificando hallarás la piedra oculta".
17
Recordar también la piedra que servía de puerta al sepulcro de Cristo y que fue
removida cuando su resurrección.
18
En el islam está relacionada con la idea de Jefe (el propio Mahoma que es
sucedido por cuatro califas).
19
Recuérdese aquí lo que hablamos del omphalos —ombligo— délfico.
Queremos señalar, aunque pudiera parecer que esto no se relaciona directamente
con el tema que aquí nos ocupa, que las cartas XX y XXI del Tarot han sido
muchas veces relacionadas a los siglos XX y XXI de nuestra era y a los capítulos
XX y XXI del Apocalipsis, a los que remitimos al lector.
20
Los sacerdotes egipcios usaban pectorales con piedras, tradición que
transmitieron a los israelitas, cuyo sumo sacerdote portaba uno, con doce piedras
preciosas, que representan a las doce tribus.
21
Reproduzco aquí el texto de un manuscrito del siglo XVII acerca del simbolismo
de las piedras de la corona de San Eduardo, en el que se la denomina 'diadema
que asegura el triunfo'. Estas piedras son:
1. Topacio: símbolo de las virtudes que debe ejercitar el rey.
2. Esmeralda: símbolo de la justicia del rey.
3. Sardónica: símbolo de la elevación del rey.
4. Crisolita: símbolo de la sabiduría y la prudencia del rey.
5. Calcedonia: símbolo del coraje del rey.
6. Jacinto: símbolo de la templanza y la sobriedad del rey.
7. Jaspe: símbolo de la abundancia que debe gozar el pueblo.
8. Crisópalo: símbolo de la búsqueda de las cosas celestes en el rey.
9. Berilo: símbolo del desprendimiento y la pureza del rey.
10. Zafiro: símbolo de la continencia del rey.
11. Amatista: símbolo de la función real que el rey no debe abandonar.
12. Onice: símbolo de la humildad, caridad y sinceridad del rey."
Jean Rivière, Amuletos, Talismanes y Pantáculos, Ediciones Martínez Roca,
Barcelona 1986, pág. 276.

LUNA SERENA.

http://www.revista80dias.es/articulos/2009/11/ritos-y-energia-en-stonehenge.html

http://www.tolve.com.ar/?page_id=705

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