invierno a punto de ser primavera,
frío gélido, naturaleza viva, gente adorable,
nieve y viento, lluvia,
días de invierno...,
aquellos qué no permitieron caminar por el medio cómo hubiera sido lo deseado,
pero lo hice, un respiro, unas horas, unos momentos de una tarde,
anteceder al mismo tiempo.
Percibiendo aún así el cambio,
esencia cristalina, aunándose a una,
percibiendo sus momentos de tranquilidad,
era ese tiempo.
El frio transmitía el espacio, inmenso,
tranquilo, comunicativo, comunicado, con un todo a todos los niveles,
sintiéndome una con él, observando su verdadera magnitud.
No hay verdadera soledad, son sentires de las personas, de momentos abruptos qué resuenan
dentro nuestro, qué cuándo dejan de hacerlo, nos damos cuenta de la realidad,
son nuestros momentos, tiempos, etapas no convalidadas, no transmutadas,
sin conocimiento, qué cuándo lo transcendemos y aprendemos, entonces,
entendemos y sabemos, qué todo está bien, qué no hay eterna soledad que se fije,
sólo la que uno marque en ella, sin experiencia ni conocimiento, del saber vivir en uno mismo.
Cuándo lo aprendemos, entonces, vivimos sin miedos, sin penurias, todo esta bien en nosotros, en nuestro entorno y con nosotros.
Saber vivir con uno mismo.
Por Montse Cobas.
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