Hada.
Decidió un día integrarse verdaderamente en el medio natural,
vivió por mucho tiempo rodeada del ambiente humano de forma "permanente",
décadas, siglos, miles....
Tras mucha andadura y experiencia, determino,
mucho determino,
qué además de rodearse con los qué amaba entre ellos las personas,
vio qué la Naturaleza y otros seres vivos la ayudaba de infinitas formas,
eran sumamente agradecidos,
habían evolucionado mucho más a pesar del daño qué se le hacía incapaces de perjudicar a quienes le amaban y ayudaban, integrados ya a la nueva esencia, ese amor intrínseco qué emana del todo existencial,
observando qué en esa integración también se encontraba ella,
tenía una conexión qué le permitía obrar mucho mejor en su propio bienestar y en el común,
un amor mutuo.
Llego un momento qué vio dónde se hallaba y lo conseguido,
su fluidez y su armonía en su contacto, una comunicación armoniosa y real,
qué pocos había logrado, ni tan siquiera una mayoría sabían de su existencia.
Un mundo lleno de fines claros sin ninguna maldad, a pesar del malestar qué recibían por parte del humano. Clarificando, limpiando, depurándolo, entonces, vieron juntos la misma finalidad,
y en ello,
correspondencia.
Uniéndose juntos a ese otro mundo inexistente para muchos.
Permitiéndose en sus momentos encontrarse y ayudarse, ampliar su cometido.
Hada, entonces, vio, qué además de otras definiciones, era eso un hada, qué en sus momentos de sosiego,
y armonía, ayudaba al equilibrio planetario, al otro mundo físico, evitando el caos en todos los sentidos, y allí, se integro por ratos, momentos, quedando por su paso, el recuerdo, un recuerdo y una esencia qué permanecía ya con ellos, conociéndola, añorándola, cuándo tuvo una separación desconcertada y medio obligada,
la recordaban, la pedían qué se integrara, qué la necesitaban, sin embargo en esa época embriagada por un amor superfluo y no correspondido, permaneció ahí en la superficialidad de la vida humana, no integrada, dónde emanan diversos intereses olvidados del amor y corresponsabilidad mutua, hasta qué vio la total realidad, pidiendo perdón por su ausencia, por su separación, volviendo a asirse a recuperar lo perdido, qué fue mucho, pero ahí está, ahí volvió al medio natural, sin rencores, todo lo contrario, serenos, contentos al volverla a recuperar, las mariposas, las abejas, los arboles, las plantas, los pequeños animalitos del bosque, cuidándola, amándola, y agradecidos mutuamente, porqué realizaban juntos un trabajo esencial, reconocían el bien, y por ello la amaban, y así, volvió a ejercer su trabajo, su servicio, viendo el cambio abrupto dado en esos años, sin embargo, ahí, un vuelta a empezar, para recomponer, recomponerse, el bienestar se asía al mundo, al todo, unidos, con la esperanza, de la recuperación total, ayudando al nuevo mundo qué se instalaba, un todo nuevo, un nuevo amanecer, dónde todos están, y el brillo aparece.
Hada, qué siente, qué brilla, qué no llama la atención por sus actos, pues se desconocen, amable con la vida aunque está no la fuere, su esencia se percibe, se nota y se malinterpreta porque se desconoce, y en ese desconocimiento se deja de ejercer correctamente, pero aún así el todo esencial, no sabe de rencor, no sabe de negatividad, porque simplemente lo erradica, crispándose cuándo se llega a la saturación de ello por la irresponsabilidad y desinformación del humano, perdidos, hasta su encuentro, su nuevo encuentro, ya falta poco.
Hada, la Naturaleza, los Elementos integrados en ella, en la Tierra, en el Todo, la Existencia, juntos.
Una unidad, con un único fin, el del bienestar.
Hada, está ahí, la reconocen, y la aman, porque la conocen y saben cómo es, saben, su cometido, su ausencia y su presencia, y por eso la aman, cómo Ellos muy bien saben hacer, pero no son atendidos, en el olvido, pero existen, están, y aman, de ahí su presencia aquí.
Amar y dar. Reconfortar, sanar.
La Recompensa, la unidad entre ellos y lo qué se dan, ofrecen, nada más natural y más sano.
Se reconocen, están en armonía, lo qué implantan.
La verdadera Esencia.
Creadores de Luz, y bienestar.
Por Montse Cobas.
Ya no, hay ausencia.
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