A veces los silencios son sucumbidos por emociones,
por situaciones vividas o establecidas.
Son abruptos.
Nos recuerdan la realidad qué vivimos en el pasado o en el presente.
A veces... Son tan ruidosos qué nos despiertan,
sin embargo, si uno quiere, languidecen.
Es en ese amanecer interior qué aparecen.
Abriendo espacio, soltando y prosiguiendo,
con la fe de qué lo qué queremos llegara. Algún día llegara.
Sin prácticamente descanso, sólo el obligado o el realizado.
Por nuestro menester y necesidad accionado.
Seguir sin miedo y entendiendo dónde y cómo estamos,
con fortaleza, la qué siempre disponemos, ahí dentro nuestro.
Sabiendo quienes somos y lo conseguido, no, sin esfuerzo.
Cada uno el suyo.
Así, con los sueños y gestiones realizadas,
llegando a lo deseado.
Es bueno, tener perspectivas, querer logros con iniciativas.
Al menos se intenta.
Teniendo mucho logrado.
Tanto cómo nuestro espíritu y voluntad intrínseca, impulse,
querer llegar más allá, dónde el corazón nos lleve.
Y en esos silencios es cuándo descubrimos lo andado.
Las sentimientos qué promueven.
A veces, ni recordado, ni contado, pero encontrado y hallado.
Poco a poco en silencio.
Silencios qué nos despiertan con mayor menor concierto...
Silencios.. abruptos y emocionales.
Nos resalta, el precio.
Por Montse Cobas.
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