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Las situaciones son las qué son, y no nos queda otra qué asimilarlas,
después del ver hacia dentro de ellas,
nos las presentan,
aprendiendo con el tiempo tras tiempo,
una detrás de otra, a superarlas y transmutarlas,
saber hacerlo,
en algunas el requerimiento del juicio final,
qué se avecina, qué viene solo,
dentro de un todo habido,
porque sabemos, ya lo existente,
y entonces aún asimilamos más,
sabiendo el resultado de antemano,
en parte, porque no hay nada asegurado,
aquí, no hay reto, hay vivencias,
por una parte y por otra, depende de los sentimientos,
y emociones promovidas, por cada una de las partes,
y, entonces,
encontramos, lo buscado, qué a veces, muchas veces no se sabe,
hasta qué se ve, se vive, se siente, ahora, es otra,
la aceptación de la realidad qué a veces no se puede,
o más qué nada no se quiere.
Pero, remarca muy dentro. Visualizándola en su percepción y perfección.
Procurando qué sea positivo, dentro de lo ejercido y hallado.
El tiempo justifica y da la razón a todo el qué la tiene.
Sentimientos, emociones negativas, cero.
Ahora, juicios humanos desacertados,
aún sin aprendizaje,
pero no importa, todo cambia en la posición adecuada y cierta,
el qué uno sólo sabe, el Universo, Dios, el qué tiene el poder de saberlo todo,
y, entonces, actúa, en el tiempo determinado,
el qué asiente y no vacila porqué llego la hora.
Y llega, siempre.
Esperemos.
Y ahí, observantes, nada más qué eso, sin espera circundante,
porque germina, todo.
¿Qué germinamos...?
Tiempo - espacio, de juicio final. Todos.
Así sin extrañeza, aceptación coherente y oportuna.
Aunque tarde.
El tiempo espacio... se afianza.
Y concreta.
Paralizado porqué ha de hacerlo. Y, requiere.
Por Montse Cobas T.
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